Su sonido en Vanesa
Cuando yo tenía entre quince y dieciséis años también quería habitar de alguna manera el mundo andino. Mi padre y madre tenían un relación muy estrecha cuando yo era niña, íbamos mucho a Peguche, recuerdo ir a la cascada a bañarme en agua helada, a mis amigos regalarme cobijas hechas en telar, vestidos bordados a mano, ir a bodas o al mismo Inti Raymi. Mis progenitores son artistas: mi padre pintor y mi madre actriz, muchos de los cuadros de mi pa -de uno de sus momentos artístico-, tienen motivos, rostros, personajes de Imbabura, sobre todo de la fiesta, de ese mundo mágico que tiene algo de ritual y otros que retratan la vida cotidiana. Recuerdo tres cuadros que amaba: el uno era un grupo de hombres indígenas de espalda con poncho azul, sombrero negro, algunos llevaban instrumentos en las manos; el otra era la recreación de una fiesta popular, habían castillos y vacas locas como objetos principales de la obra, de cerca se podia sentir el trazo del oleo para recrear el movimiento del fuego; y el tercero era el homenaje a un altar de un Taita. Vuelvo a la memoria y miro que entre los cuatro y los siete años mi vida fue muy cercana al mundo andino, luego nació mi hermano y dejamos de ir a Imbabura, la vida citadina nos atrapó. Siempre me quedaban esos recuerdos que a veces eran sueños o a veces reimaginaba en esos cuadros, nunca sabré qué tanto era realidad y que otro era fantasía. Y en la adolescencia, como le pasó a Taki, sentí que podría ser un momento de retomar ese vínculo, empecé a usar alpargatas y ropa bordada, pero realmente no tenía unos lazos que me regresen a la comunidad. Ahora viendo en retrospección, empecé a habitar lo que hoy llamarían apropiación cultural, entonces, al no lograr esa conexión, empecé a mezclar piezas de la vestimenta indígena con ropa cotidiana que al final dejaría de usarla por justamente sentía que usarla era irrespetar un vínculo que no tenía. Aún tengo guardados como tesoros un pedazo de una cobija hecha con el telar y un par de collares de mullos, uno rojo y otro dorado. Y así como la Taki se dejó maravillar por los sonidos de Ñanda Mañachi, yo tengo un cassette heredado de mi padre como un tercer tesoro. Al final, mi identidad no conectaría con la comunidad, lo que sí pasó con ella que sintió el llamado y fue tras él, yo me quedé en el camino.
Cuando le hacíamos la entrevista a Taki, no pude evitar profundizar sobre el tema de la romantización del mundo indigena, y ella con su sabiduría nos dijo que ella también había idealizado muchas cosas: “romantizar muchas cosas, sí, pero todo mundo tenía un techo donde vivir. Porque yo también venía con la idea de Colombia donde había mucha miseria, violencia, guerra, y así. Allá había abundancia, no le faltaba comida a nadie”, pero también pudo ver que había otras cosas que tampoco eran perfectas, porque somos seres humanos y tenemos también muchas cosas que nos atraviesan. En esa relación se dio cuenta que era vital saber el idioma y entender los códigos, porque sino nunca sería parte.
“Dije entonces amo esta cultura, pero si no hablo el idioma voy a seguir siendo una total extraña, una extranjera. Eso me impulsó a decidir aprender el quechua. Pero los quichuas no saben enseñar quechua, entonces entré a clases en Quito. Me resonó un montón y vieron mi intención de querer ser quichua, runa. Me dijeron ¿quieres usar anaco?, cambiarte el nombre, sé quichua. En un primer momento me separé de muchas cosas y empecé a idealizar. Ahora ya me siento yo, antes no encajaba en nada y me preguntaba si era el camino que estaba. Fue una necesidad de supervivencia, también aprender quichua”.
Luego de comprender ese contexto de su niñez, adolescencia, adultez y su relación con el territorio, empezamos a indagar sobre su sonido, de donde viene o como ella lo ve: “el sonido es el alimento del alma, del espíritu. La vibración, es lo que me recuerda que estoy viva. Los días en los que llueve mucho, los pájaros. Acá en el campo, hay una sinfonía de gallos. El sonido es la comunicación también”. Justo pensaba que yo no sería capaz de escuchar para siempre sonidos de la naturaleza, mi campo aural es mucho más citadino, ahora con más claridad siento que para mí ese lugar tiene que ver más con un momento de pausa, de parar descansar y soñar. Justo este año empecé cotidianamente a correr en el parque Metropolitano en Quito, duré dos días escuchando a los pajaritos y al viento, al tercer día me compré audífonos para escuchar música. Abandoné el escuchar podcast o conferencias, son dos horas de mi vida donde puedo, o intento, desconectar y no pensar, solo canto mientras veo mucho pajonal y arbolitos, pero pienso que si no lograría habitar un territorio que me obligue a pensar 24/ 7, porque sé que a pesar de involucrarme con el campo sea con animales o sembríos, mi cabeza va a seguir dándole y dándole vueltas. No sé si es porque soy virgo o porque habito muy seguido el síndrome de la impostora, creo que solo durmiendo y escuchando-cantando música es el único momento que mi cabeza y el auto boicot paran. Nunca he podido meditar ni mantener el silencio mental. Así que por eso creo que amo la música, es una especie de break en la vida, de no sentir culpa, dolor, necesidad, tristeza. Y es ahí donde me vuelvo a encontrar con la Taki, para ella la música es “una forma más estilizada y compleja del sonido. La música es todo. El alimento divino, hay miles de posibilidades. Vibraciones lumínicas. La única forma con la que puedo estar en cada estado de ánimo. La música es todo, es dios”, yo soy atea, así que en esa última idea me separo.
Seguimos con la indagación del ruido, para ella: “Hay ruidos y sonidos. El ruido es bacán igual. Yo he madurado igual y acá hay más tiempo para escuchar otras cosas. Por ejemplo el viento en Inti Raymi, es tan fuerte que parece que cantara. Eso me eriza la piel, pienso que de ley se está levantando la bestia. Es bacán encontrar esos personajes en el sonido. El sonido del viento cambia. Todo cambia me gusta mucho”. Cuando Taki nos contaba esto, solo quería ir al próximo Inti Raymi, siento una necesidad de ir a escuchar ese viento, esa bestia. Y sobre el silencio nos dice “Creo que nunca hay silencio. No lo he habitado. Todo el tiempo suena el viento, el agua, el pasto, la refri. Yo puedo apagar la música del parlante, pero no. Nunca he habitado el silencio. Todo el tiempo están sonando cosas. He estado arriba en el cerro, pero no. He habitado el silencio de mi mente bailando, sólo ahí… Me cuesta mucho meditar. Voy a sentarme a apagar mi cabeza. Moviéndome he logrado apagar mi cabeza. No hay un momento en que se apague todo completamente” con esta parte de la entrevista me siento tan cercana a ella, ella y yo no logramos el silencio, no podemos meditar, aunque ella si pueda habitarlo en el baile, yo nunca.
Mi madre canta, mi hija canta, mi padre pinta, yo soy una negada para el canto y la pintura. Mis habilidades son una voz radial, mi sentido estético e identificar hits musicales, no se puede tener todo en la vida, así que yo solo canto cuando estoy sola o en un concierto. La única que me ha escuchado cantar es mi hija o la familia cuando es navidad y cantamos villancicos o en la misa en homenaje a mis abuelxs Luis y Sara y a mi tío Sergio, aunque no soy creyente en estos dos momentos canto porque veo a mi familia y para mí más que un ritual es un encuentro. En todo caso, frente a mi incapacidad de sacar la voz, escucho lo que Taki tiene que decir sobre ella “ la voz es como un remedio, como medicina. Me pasa que cuando canto, lloro, cuando me emociono cantando algo me salen lágrimas. Cuando tengo miedo canto, cuando me duele algo canto. Es un refugio de full sanación y calma, desde chiquita. A mí me gusta cantar cuando tengo miedo, cuando me duele algo. Cuando estoy contenta canto. Es como una curita para el corazón, como una caricia. Cuando me cantan otras personas sé que es aire pero yo siento agua”. A veces tengo ganas de aprender a cantar de hacer eso que dice Taki: sanar con el canto. Creo que solo vez en una fiesta, muy ebria, había una banda en vivo para karaoke y canté, me fue increíble, siento que seria una gran frontwoman, pero igual no lo hago, siento que es una batalla perdida. Así que como periodista musical me dedico a apreciar, escribir o conversar sobre el sonido de otrxs. La Taki me deja esto, lo escucho y lo leo:
“Mucho tiempo yo me conflictuaba porque decía todas las mujeres cantan y ellas son músicas y yo también quería tocar un instrumento. Y una amiga me dijo pero la voz es tu instrumento; vos rapeas, te mandas muchas cosas y luego alzas la voz, estás al mismo nivel. Entender eso fue un proceso importante. Poderse relacionarse con esto cuesta un montón. Cómo cuesta amar la voz de uno. Un proceso súper largo es poder amar la voz de uno, cuesta full. Tenía miedo de cuando saque mi disco no poder escuchar y decir qué feo canto, pero por suerte no pasó eso. A veces escucho y digo qué bacán”.
Después de escucharla a ella y otras mujeres del relato quiero ver si al final de este proceso me animo a intentar escuchar mi voz y no odiarla, pero como dije antes, todavía es una pelea interna. Si tú estás leyendo esto y quieres explorar la voz, sé un poco más valiente como la Taki o esas otras mujeres, y menos cobarde como yo.
Como parte de este relato, les pedimos a estas mujeres creadoras nos cuenten sobre sus obras y que escojan hablarnos de una, en el caso de Taki, ella nos dijo que no podía escoger solo una canción, que ea todo su disco, el Puka Pacha y sobre este nos contó lo siguiente:
“Puka Pacha es esperanzador. Esta lucha de los taitas y las mamás de tantos siglos no puede ser en vano tiene que expandirse. Hice el Puka Pacha porque quiero que los quichuas se sientan orgullosos. Ese es mi trip. De separarnos de la iglesia cristiana porque nos ha hecho daño. Siempre estoy hablando de algo colectivo, nunca algo individual. Estoy contenta con mi Puka Pacha. No me gradué de la universidad, pero hice mi disco. Y mi mensaje siempre es colectivo, estoy denunciando cosas, quejándome. Pero no tengo rabia. La rabia y la violencia generan más violencia. No tengo un resentimiento cultural. Me quejo súper suavito, con full amor. Guerreo desde otra trinchera. Desde que decidí hacer hip hop estaba consciente de ser cariñosa. Soy femenina, soy ama de casa. Lo disfruto, me canso, pero lo disfruto. Amo usar anaco, falda, tener el pelo largo. Mi manera de rapear, sutil. En Amaru digo cosas muy densas. Digo que nos han hecho full daño, no lo digo con rabia, pero si busco sanar tanto dolor sin revictimización. Busco dar una solución. Para mí no es fácil quejarse en quichua. Si no me permite reconocerme”.
El disco se compone de 8 temas: Kallariy, Puka Pacha, Humanidad, Urkukuna, Warmi Hatariy, Tukyarin y Siembra, al revisar quienes hacen las pistas, la instrumentación, la producción y la premezcla veo que son todos hombres. Alguna vez conversaba con una cantautora que me decía, no puedes escoger demasiado en Ecuador, son muy pocas la mujeres que han tenido acceso a hacer una carrera en la parte más técnica – en producción- sonido-, la mayoría de nosotras somos voz o tocamos uno o dos instrumentos que nos sirven para componer más que para tocar en público. Lo lindo del disco de la Taki es que al ir a los agradecimientos se ve a muchas mujeres, mujeres que han estado en el acompañamiento físico, emocional y musical. El tema de la equidad de género en la música no tiene que ver con que existan solo mujeres en el ámbito musical, tiene que ver con que logremos tener las mismas oportunidades materiales, de accesos y educación para poder compartir el ecosistema musical de formas colaborativas y en igualdad de condiciones.
Otra de las cosas que siempre me ha pasado con la música es que soy pésima con los idiomas, pero muchas veces a mi la música me entra por el sentimiento de la música, del sonido, por los bajos sobre todo o melodías que envuelven. Para el caso de este archivo elegí hablar sobre dos canciones del Puka Paccha. Así que al ser rap shimi mi primera escucha del disco fue musical no discursiva, aun así agradecí que Taki nos haya enviado las artes de su disco porque pude revisar la letra que no está completamente en español, pero ayuda muchísimo a entender la obra. Pienso en voz alta y quisiera una app que traduzca kichwa a español.
WARMI HATARI
Entre las muchas cosas que hago en la vida, en el 2019 tuve un programa de radio en Pichincha Universal, su nombre era Lenguas diversas, fue un espacio que pretendía dar cabida a la producción musical, gestión cultural, arte, campañas contra la violencia, reflexionar temáticas que vinculan a las mujeres y diversidades sexogenericas con una mirada feminista. Justamente para el programa de agosto tuve como invitxs a Cristina Mylnek y a Jose Dávila (DjMic) para conversar sobre este tema, si les da ganas pueden revisarlo acá[1]. Acá nos cuentan que este tema fue parte de la campaña de Mujeres sin violencia sobre prevención y visibilización de la violencia llevado a cabo por la cooperación alemana Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit GIZ y que La MafiaAndina fue parte porque se ha convertido en un canal entre el mundo andino y el mundo mestizo desde le hip hop y con una visión de empoderamiento femenino. Mic nos dice que esta canción fue pensada más para mujeres jóvenes y habla sobre la violencia sicológica, aquí unas partes de la canción:
Warmikukuna hatariy ucha ña hatarimuy haku ñawpaman rishunchik
[Mujeres levántense, levantémonos rápido, vamos adelante
Palabras hirientes, insultos, te chantajea o te miente
Terminar la relación, te amenazó, una huella en el corazón
Control, posesión, esas son las trampas del mal llamado amor
La sociedad lo permitió, la religión lo justificó
Amor romántico, ideal erróneo, se naturaliza entre todos nosotros
Otro dominio, extermino el amor propio
Obligándonos a depender de otros, somos individuos y en el colectivo
Haku Karikunaka wamprakunapash millay yanka yuyaykunata sakichinkapak warmikunawan shuklla kankapak sinchi shayarishpamari runapachashinamari mishki shunkuyuk tukunki, mana manchando, haku ñawpanki, warmi hatariy, sinchita shayari muskuykunawan rikchariy!
[Vamos hombres, mujeres y jóvenes, saquémonos falsas ideas para caminar con las mujeres siendo solo uno, parándonos fuertes, como seres conscientes, transfórmate en un corazón dulce, no tengas miedo, hasta al frente, levántate pronto, con fuerza párate y levanta los sueños!] [2]
Cuando escucho esta canción es como si Taki nos estuviera contando unas historias cercanas, demasiado cercanas, muchas de nosotras hemos vivido relaciones violentas, largas o cortas, hemos romantizado la violencia o simplemente no hemos tenido las posibilidades materiales y psicológicas para alejarnos de nuestros agresores. “Me dijo eso, limítate a esto ¿Quiénes son ellos? No uses eso. No te creo, no me gusta tu comportamiento”. Afortunadamente para las más jóvenes, hoy hay mucha música que habla menos de amor idealizado y más de las violencias de género y de las múltiples posibilidades que nuestros cuerpos pueden explorar – mostrar- reconocer en este mundo. Para mí la música en la adolescencia era mucho más política, de cuestionar la clase, a los políticos, la injusticia social. Hoy por hoy la música sobre temáticas que nos interpelan como mujeres son mucho más comunes y ponen en cuestionamiento el deseo, el placer, las violencias, el amor, nos habla de otras formas de ser, de existir. Mi hija tienen muchas más herramientas de cuestionar la vida que tiene y quiere, la música es un proceso que da cuenta también de esos procesos políticos, porque el feminismo es político, el que las mujeres podamos usar el micrófono para cantar o hablar no ha sido algo que se ha gestado solo, ha sido un un proceso doloroso, un camino tejido de cicatrices por mujeres que han puesto su cuerpo para esta transformación.
KILLARIY
En el caso de Killariy, este tema tiene un sonido melodioso que retumba en el plexo solar y me habla de no estar sola, de estar acompañada, pero además de esa resonancia con el territorio que abraza los miedos “de las montañas vengo, el viento me regresa a la cascada con mis abuelos”. Este tema junta la territorialidad, nos pone en diálogo con las imágenes que la rodean y las coloca como el objeto sagrado que habla de un recuerdo y un pasado pero como forma que le impulsa a mirar el presente y un futuro distinto. Para Taki “la cosa pasa cuando está vinculado con el otrx” y es que en esta y en todas sus canciones del Puka Pacha la tónica no es estar sola, es hacer la revolución con otrx, con otrxs, se habla a sí misma como si fuera una colectividad, como si ese yo atravesara el nosotrxs.
[1] (del minuto 8:23 al 25:25) https://www.facebook.com/PichinchaRadio/videos/2492900224303281
[2] Me parece importante poder colocar el tema que está en kichwa traducido al español, la letra completa pueden revisarlo en https://www.youtube.com/watch?v=d_bZ7wrTbvo dónde se puede ver también el video de la canción.

Sonido

Proceso Creativo
