El Sonido

Texto: Vanessa Bonilla
LA MEMORIA COLECTIVIZADA
17. Kay ñamkuna kumpashpa rikrin
kamu shina paktachinata munakrin
ñukanchik uchilla kawsayta chaypi killkakrini
mushuk pankata punchan punchan llukchikrini.
17. Estos caminos son los que nos acompañarán
es como un libro que quiero completar
nuestras pequeñas historias ahí las escribiré
cada día una nueva página sacaré.
Sumay Cachimuel
Este empecinamiento narrativo,
esta supervivencia material de las huellas
-en los cuerpos, las memorias, los textos, las imágenes, las confesiones-
es quizá la contracara más rotunda de la desaparición.
Leonor Arfuch.
Cuando pensamos en armar estos relatos, estas memorias, empezamos, como equipo de investigación a recolectar información, a tomar decisiones, a indagar en la vida y proceso creativo de diez mujeres increíbles. Mientras entrevistamos a Mayra Estévez, ella nos comentó que estaba revisando y haciendo el prólogo del poemario de Sumak Cachimuel y nos contaba de su relación con el mundo andino. La siguiente semana, realizamos la entrevista de Taki que también tiene una relación musical con Sumak y nos hablaba también de sus referentes del mundo andino. De pronto como un tejido, varios hilos se fueron juntando, hilvanando, como dice Sumay en su poemario, hay un libro por completar, y nosotrxs como equipo de trabajo estamos intentando levantar estas historias mínimas que expandan el urdimbre de un libro en particular, como dice Leonor, el de las mujeres creadoras. Este trabajo para nosotrxs se han transformado en una forma de resistir frente a la desaparición, es este empecinamiento, terquedad que nos habita en nuestro de cuerpo de quipo que nos impulsa que las huellas, las historias de estas mujeres y sus memorias retumben no solo en nuestros cuerpos, sino en el de todxs quienes las lean. Que los testimonios particulares logren interpelar nuestras propias vidas y se colectiviza la memoria en una experiencia en común.
Al preguntarle sobre su relación con el sonido, sus respuestas remiten a su niñez, a su escuela que ponía mucha prioridad al ámbito músical -cuando aún vivía en Colombia-, a su madre y su padre. Mirarnos en sus recuerdos como la música siempre la acompañó en su cotidianidad:
“Gracias a mi mamá que tengo ese vínculo con la música. Ella pasó el embarazo escuchando y bailando música. El primer recuerdo que tengo es discos, cds, bailes. Mucha música en mi casa siempre estuvo presente. Siempre recuerdo estar en buses y escuchar música, mi papá escuchaba música punk metal. No hay un momento de música que no haya tenido música. Siempre ha existido. […] Uno de los primeros recuerdos que tengo con el sonido, de cantar, hacer rondas, tocarlas, instrumentos tradicionales. Estar conectada con la música del territorio […] La música siempre ha sido mi punto de partida de todo, de cómo me he relacionado con el mundo”.
Esta herencia parece seguirla para siempre, hasta hoy con La MafiaAndina, pero además nos da pistas de cómo esa música del territorio empezaría a resonar en su caminar hasta ser esta la que le permite relacionarse con el mundo, un mundo que hoy por hoy habita entre el rap shimi y una vida en la comunidad de Morales Chupa. Ella nunca pensó ser cantante, más bien le gustaba bailar. “Nunca fui a clases de música, técnica. Yo nunca pensé que iba a hacer música, sacar un disco o que ese iba a ser mi camino; siempre pensé que iba a ser actriz, bailarina o politóloga, pero no música. Creo que eso fue gracias al rap y dije que sí tenía ritmo lírico y ganas de comunicarme. En ese momento que empecé a rapear de chiste, me enamoré de este territorio y decidí aprender quichua. Es un proceso entre los 16 y 18 años, donde empecé a rapear y entré a estudiar quechua”.
Sin embargo, su relación con el campo viene de su abuela, de vivir y sentir la naturaleza y resonar más con este espacio que con la ciudad. ”Me preguntaban de guagua que quería ser de grande y yo decía campesina, porque esa era mi referente, mi abuela. Ella me enseñó mucho a amar y poder obtener los alimentos por uno mismo”, pero a pesar de amar el campo, su habitar era la ciudad. En la adolescencia, en esa crisis por la que todxs pasamos y que nos lleva a cuestionarnos, a sentir que no somos de ningún lado, en donde la identidad se forja o se construye “era chama, estaba en busca de la identidad y no encontraba mi identidad”, la llevó a encontrarla cuando se dejó atrapar por el Imbabura en un Inti Raymi en el año 2008. Nos cuenta que empezó a tener sueños, quizá predicciones, “justo hablaba con una mama y me dijo: a usted la Pachamama le hizo que venga, se manifestaba en sus sueños para que esté aquí», y fue así como llegó a Imbabura y se quedó. Ella encontró en ese espacio su sonido, la posibilidad de poder mezclarlo todo: su recorrido de memorias musicales y el nuevo camino que empezaría en este nuevo territorio.
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SU SONIDO EN VANESA

SU SONIDO EN ISADORA
Leonor Arfuch se pregunta “¿cómo se articula la propia vivencia a lo social, lo autobiográfico a lo colectivo? “ y se responde: “Una historia, mucha historias, quizá posmoderna, que no se cuenta por hitos cronológicos, datos precisos, recuerdos nítidos, que no se desenvuelven en una dirección, sino que se deja atisbar, imperfecta, a través de fragmentos, colecciones, rastros, inventarios: justamente, en la tensión perpetua entre el vacío de la memoria y el archivo”(2008,87). La música de Taki para mí eso: una cápsula de memorias y recuerdos, un depósito de historias cotidianas que son también las nuestras, de la música como este fluir del corazón que a la final es una búsqueda por cuidar la vida.
Bibliografía
- Cachimuel, Sumay. Kill Kay Pacha. 1 ed. Kikuyo editorial, 2021.
- Arfuch, Leonor. “Arte, memoria y archivo” Crítica cultural entre política y poética. 1 ed. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2008. 75–89.

Sonido

Proceso Creativo
