El encuentro con el sonido

“En el colegio América Latina, no se sí fue en primer o segundo curso, abrimos unas cartas que nos habíamos hecho a nosotros mismos en primer grado y cachas ahí nos respondíamos unas preguntas, eran así como ¿cómo te imaginas de grande? huevadas así. Y cuando abrimos eso, yo me dibuje cantando, me dibujé parada en un escenario cantando y con un micrófono. Por ese recuerdo se que desde muy chiquita, sabía lo que iba a hacer, aunque no lo tenía como en un lugar racional de mi cabeza, es loco…”

A pesar de que la música siempre estuvo presente en su familia, pero sobre todo en la nuclear: tíos melómanos con “colecciones gigantes de discos”; mamá y papá que se conocieron bailando folklore, ella en un grupo de la universidad de Chile y él  en Ñucanchi Llacta un grupo de Ibarra, compartiéndole su gusto por la música desde la danza, “desde la escucha”; hermano músico; y luego presente en sus escuelas y colegios, donde por su amiga Canela, que entra a estudiar piano en el conservatorio, le cae la ficha de que podía estudiar música: “yo que era la más cercana a la música nunca se me ocurrió estudiar eso y dije yo también quiero”. Su encuentro con Mazapán parece ser ese cuerpo fundamental que articula varios devenires que, desde mi escucha, son transversales para entender las capas que en ella se articulan, que a veces se siente como caminar sobre un manglar.

“Yo siento que si bien quizá hubo un momento en el que decidí entrar a estudiar canto, yo creo que en un lugar más profundo siempre supe que quería cantar, quizá desde ese cassette. En el sentido de que no fue una cosa que me tomó mucho, no se, siempre estuvo ahí, como que siempre se sintió claro. Supongo que por la radio, por la cultura popular, quizá después de Mazapan y de la música que mis papás escuchaban, habré llegado ahí. En esa época yo le pedía a mi Papá que me consiga el cassette y entonces él en su oficina, me imagino, preguntaba a ver quién tenía y me grababa en cassette. Incluso, a veces, no sé cómo me conseguía las letras impresas o fotocopiadas, no me acuerdo, esto era chiquita, unos siete, seis, creo que él vivía todavía en la casa, o sea mis papás se separaron cuando yo tendría unos 7 años […] Entonces, es cómo desde ahí yo sentía, no de una forma racional, así como: “yo quiero ser como…” pero era eso lo que me gustaba, también me gustaba bailar, bailaba bastante; con mis amigas, coreografías, lo que uno hacía a esa edad, pero digamos, igual era una relación con la música y el cuerpo. Para bailar por ejemplo, si me atrevía a bailar en frente de la gente, eso sí era como divertido, cantar jamás, eso sí era una relación muy íntima mía con el canto, no era para mostrar, me moría de la vergüenza, era súper tímida. […] A veces con mi mamá íbamos a comprar el pan y me decía anda tú te espero en el auto, para mí era un sufrimiento hablarle a un desconocido, me moría de la vergüenza, de la timidez, además nunca me escuchaban, yo hablaba suavecito. Era un sufrimiento la verdad. De eso a cantar al frente de alguien era un no […] De hecho es chistoso, ahora que uno ve en perspectiva las cosas es como si el canto me hubiera venido a enseñar a sacar la voz.

Ese encuentro con el objeto de arte, que puede leerse como motor que posibilita una potencial ruptura en nuestros hábitos y moldear nuevas formas de subjetividad, en palabras deleuzeanas  hace que en ella, ese bloque de sensaciones que es el arte compuesto de perceptos y afectos (Deleuze y Guattari 1994, 89), esas armonías presentes en Canción Auracana[1]quizás un tanto extrañas para las canciones infantiles- se mezclen con una melodía que relata la palabra. Esa relación de palabra-sonido que pasa por la intención: sin una estructura dada, como en la poesía que brota en Ábrete Sésamo y que ella nos dice le pasa en Lumbre, donde  “viene a ser el encuentro con una misma” en el que “te cuestionas las estructuras mundanas”, son  afectos de la música. Afectos que parece se hubieran contenido en su cuerpo y que a lo largo del tiempo esbozaron nuevas capas en sus procesos compositivos, donde esa búsqueda parece manifestarse en lo que para ella es componer una “buena canción”: “casi que podrías no decir palabras y la atmósfera se relataría con la música e igual te mueve. Además técnicamente la voz está construida. La nota aguda va a estar en la vocal y eso como compositora una se va dando cuenta con el tiempo. Si pones un “A” sonará mejor”, yo lo siento en los dos últimos de sus dos proyectos: Sr. Maniquí y Munn, y que, como nos cuenta en su proceso creativo, es el punto de partida de toda composición. 

Retomando al afecto como parte del entendimiento-vínculo con la música que articula diferentes tipos de encuentro, “unos más productivos que otros” como dirían los mencionados autores, capaces de aumentar o disminuir el poder de actuación del cuerpo en el mundo (O’Sullivan 2006, 41, 42). Su formación musical es otro devenir que responde al encuentro inicial que va generando nuevos encuentros y formando parte de su sistema conceptual que crea mezclas y conjuntos que de alguna manera siguen alimentando esa idea del sonido como canal de vibración que crea vida. Desde mi escucha de su música, cada vez que oigo Odisea o Ábrete Sésamo tengo la imagen de un cuerpo, el de ella, el mío, el de otras como un palimpsesto en el que resuena un universo de exploración sonora, pero uno atado a nuestra tierra, a lo cotidiano, donde la vida es material y compartida, y por ello, distinta, múltiple, contingente. Una dimensión política como desarrollo en el otro de los fragmentos que se articula en espacio social dependiendo del cuerpo localizado que va trazando su propia cartografía.

[…]

 “Mi hermano ya se había ido a estudiar a Chile ingeniería en sonido…yo en ese momento, en esas edades complejas, no sabía qué quería a pesar de que sabía que lo que quería era cantar. Pero una carrera no necesariamente dialoga con ese sentimiento puro de “quiero cantar”. No sabía, las opciones eran pocas y no había internet, era difícil saber cuál era la oferta, de que iban las carreras. Además, estaba en un momento complejo emocional, relacional. Entonces, ahí medio que por default, como que dije bueno dale, vamos a Chile [..] Entre las ofertas de carreras que había en la universidad donde mi hermano estudiaba había producción musical y pedagogía, y dije “bueno producción”.  […] Por primera vez empecé a trabajar para vivir, porque nunca había necesitado, igual obviamente mis papás si nos ayudaban pero tampoco es que teníamos tanto, entonces ambos trabajabamos. Y ahí empecé a trabajar de mesera y estudiar en la U,  fueron unos primeros años universitarios bastante duros la verdad, no es que tuve  unos años de conocer gente, ir a fiestas, ir a conciertos porque no tenía plata, pasaba los fines de semana trabaja, me sacaba la madre, luego estudiaba, tenía el horario dado vuelta, siempre estaba cansada, me dio gastritis. Empecé a tomar full, no tanto en plan alcohólica, pero siempre después de trabajar. Era un ritmo que me destruyó un poco emocionalmente, porque Chile es muy difícil, es caro, el invierno es duro y es caro comprar calefacción. Cosas que aquí en la comodidad de mi casita en Quito nunca había tenido, y eso que mi familia no es que tenga plata ni nada, pero las comodidades de este país, ustedes saben: comer rico, comer sano, que no haga frío extremo.

Fue una época que no estuve tocando mucho ni cantando, osea el canto siempre estuvo ahí, aunque la carrera era de producción mi relación más emotiva era con el canto. De hecho, en la carrera de producción  mi plan era producir mis propios temas, yo nunca había hecho temas, ahí empecé a componer. En Chile hice mi primera canción porque  yo sabía que quería cantar  mi música, porque así había visto que hace la Anis Moriset, pero nunca había hecho una canción, no es que tenía escritas letras o cosas así.  Ahí por primera vez dije: ah uno puede hacer una canción propia, bueno voy a hacer una, primer desamor en Chile, no mentira, canción.

En ese momento estaba con mi hermano, entonces era del putas, porque el man me ayudaba. Mi herramienta para componer, desde la primera vez, fue la computadora, en este caso el tecladito pero conectado a la compu. Yo graba, maqueteaba, entonces ahí hacía el arreglito. Desde el principio ya era pensado desde la producción musical,  y él me ayudaba a qué lo haga, siempre él fue como: a ver grábate,  te enseño, haz.  Además de que en la U aprendía a usar los programas y todo. Mi profe de producción me dijo que la canción estaba buena, pero piensa que la debería cantar  alguien más porque yo estaba un poco desafina,  todavía no sabia como usar mi voz en ese contexto […] Igual no hice que cante nadie más, porque era mi canción. 

Después Chileme harto en un punto, medio que ya fue. Nos retiramos ambos de la U, a él faltándole un semestre para terminar y yo si al tercer semestre, y dije me voy a Argentina. Me fui a Argentina y mi vida universitaria fue dar botes. Por eso digo que una puede estar súper clara con lo que quiere hacer y eso no necesariamente quiere decir que está clara con lo que quiere estudiar. 

Entre primero al conservatorio en Argentina. Mi profe era una señora que había sido una diva de la ópera en su juventud y era medio extrema, no muy afectiva en su forma de enseñar,  era como ¡canta sonata! y yo así agg con el nudo en la garganta,  tortura. Lo que pasa en la academia  es que no puedes cantar lo que quieres. A mí me gustaba la música más como impresionista, y ahí era “no mijita cuando acabes los 18 mil años ahí podrás elegir” […] Me salí y me fui a la escuela de música popular de Avellaneda, que en realidad en esa escuela si hubiera entrado desde el principio quizá habría acabado. En total son 7 años, si es que entras directo a la carrera, los tres primeros años ves Tango, Folklore y Jazz y los siguientes cuatro te especializas. Y ahí fue bacán porque por primera vez vi tango, folklore, y jazz. En esa época el Nico Dávila me regaló un disco de Ela & Louise y Tom Jobin y esos discos me marcaron un montón […] Esa U era súper bacán, la infraestructura estaba en la mierda pero daba lo mismo porque los profes eran bacanes y la gente estaba ahí porque quería, no por sacar un título. En Argentina nadie estudia por sacar un título estudian por estudiar… porque además no sabes cuando te vas a graduar.

Fue un año complicado, yo estaba en una relación tóxica con un chico que había conocido en Chile, y ya… issues. Me agoté, me perdí, emocionalmente estaba super agotada. Entonces, cuando vine a Ecuador, después de ese primer año de estar en la escuela de Avellaneda, dije no sé si regrese o no, estaba en esa indecisión, y cuando llegué a Ecuador fue así como: hmmm, creo que ya no quiero irme de aquí.

Para eso Munn ya existía, habíamos empezado a armar la banda en algún verano que vine de vacaciones y ahí les dije que hagamos el disco. Ese es mi título…. no mentira. Hicimos Éxodo de espirales y 11 años después heme aquí”.

 

Este transitar por el sonido que se nutre de varias sonoridades y una constante búsqueda por crear su mundo propio que, como escuchamos en su testimonio, pasa por distintos lugares musicales, también se nutre de otras disciplinas: “por varias temporadas he hecho trabajo actoral teatral, no tanto para actuar sino justo para trabajar la presencia, y creo eso me ha dado en estos años una perspectiva del cuerpo en el escenario mucho más amplia de la que yo habría podido recibir de la música.  Por ejemplo, eso es una cosa que en escuela de música jamás te la van a enseñar y es vital. A la final mi formación ha sido autodidacta. He ido armando mi propia malla de estudios por mi cuenta e intuitivamente y también porque tengo amigos y amigas artistas increíbles que me enseñan todo el tiempo, y sí creo que de ahí he aprendido mucho más que de la universidad.” 

Este proceso de constante crecimiento y reordenamiento es visible en sus proyectos musicales que no tienen una línea fija, lo que nos muestra como ella no se encapsula en la música desde el género y cómo las influencias que nos menciona -como Bojrk, Meridth Monk, Diana Cluck, Violeta Parra, PJ Harvey o el minimalismo- son formas de pensar al sonido que convergen en su música como capas a las que no siempre accedemos, pero guardan ese afecto contenido en alguna resonancia y que para ella, como recalca varias veces durante la entrevista, tiene la propiedad de relatar “cosas súper profundas y existenciales sólo siendo. O sea, una canción transcurre a lo largo del tiempo”, porque como dice “¿por qué todo? sí podría no haber nada. Y luego dices ¿por qué haces una canción?, porque no hay razón, porque puedes, porque del putas. La vida, en general, la vida de una persona es esto que empieza, se desarrolla a lo largo del tiempo y se acaba, igual la canción, es lo mismo. El ejercicio de crear es eso que tiene un ciclo que transcurre y acaba, es un acto que tiene relación con la divinidad y no con el poder, porque tú no haces una canción para ser poderoso. Al menos yo no, mi creación no es por ese lugar. Es solo porque es bello y porque te conecta”.

 

Sonido