EL SONIDO COMO AFECTO

«Escuchar requiere la voluntad de abrirse a ver, oír, sentir, saborear y oler todo lo relacionado con la experiencia del otro». Es un acto vulnerable que implica una presencia sin compromisos que altera el ser, cambiando nuestro cuerpo y nuestro mundo”.

Marie Thompson

Ese afecto que se sembró en mi escucha de la música de la Mariela, que germinará varias ramas que siento solo crecen y florecen, mezclando los tiempos de nuestros cuerpos que se conocieron de niñas -en un devenir al que siempre me faltan palabras y lo siento como una conexión o regalo del universo-, después de escucharla en la entrevista lo veo resonar de distintas maneras en sus palabras, en su entendimiento y relación con el sonido, donde este concepto vuelve a vibrar. 

Hablo de afecto y con ello no me refieron a la emoción, sino a la compresión de este como pasajes de intensidad o fuerzas que «pasan de cuerpo a cuerpo (humano, no humano, parte del cuerpo y otros), en esas resonancias que circulan sobre, entre y a veces se pegan a los cuerpos» (Gregg y Seigwoth 2010, 1). Vibraciones que producen una reacción inconsciente en o sobre el cuerpo, impulsándonos hacia el movimiento, el pensamiento y la extensión. Un movimiento de relación que significa no por lo que significa, sino por las posibilidades que habilita y que dan vida a un algo al que no podemos completamente acceder (Gregg y Seigwoth 2010, 1; Crimini y Moreno 2016, 27,28). Quizás por ello es una corriente de moda en la filosofía, porque derrumba el lenguaje y los ojos como centro, se libera del contenido y el significado y en la medida de lo posible del antropocentrismo; todxs somos materias resonantes capaces de producir algún tipo de efecto sobre otro, existiendo en ese encuentro.

“yo creo que la forma en la que tú te relacionas con el sonido puede dialogar más con las cualidades del sonido o las estructuras y el lenguaje de la música. Yo siento que me relaciono más con la música desde las cualidades del sonido, yo y mis compañeros de banda […] y creo que justo estoy empezando a ver que quizá tiene relación con cómo el sonido puede relatar, no sé, como capas de la realidad que están por fuera de la que vivimos. Y esa ficha me cayó justo después de esta ceremonia de DMT, que les decía, por primera vez consumía una plantita así de esa manera, bueno no es planta. Después de eso escuchar un delay fue como hijueputa. El delay te puede explicar cómo funcionan las dimensiones paralelas,  yo sé que me estoy mandando cosas así wow, pero es focazo, te llevan a esos espacios. La reverberación, el delay,  siento que te llevan un poco a esa onda.

Esos sonidos son vibración y de la vibración sale todo; por eso es que en la Biblia todo comenzó con la palabra. Es medio loco lo que voy a decir pero dice y “de la palabra salió todo”, no me acuerdo la frase pero algo así dice. O como en el budismo es el Om el origen de todo, no es Dios. Es el continuum, de ahí viene todo… Parece que es un común dentro de las filosofías antiguas.

Si siento que el sonido tiene esa profundidad, relatar cómo funciona la existencia y ahora me doy cuenta de eso, porque nos gustan tanto los efectos, porque me gusta tanto la reverb en la voz, porque uso esa máquina, porque mi hermano y yo nos sentamos, apagamos la luz y nos pegamos un pipazo para tripear Massive Attack. Y es como ¡wow!

Es como nuestra conexión con la espiritualidad, donde pones atención, quizá la música es el lenguaje a través del cual exploramos la forma de relatarlo y así a través de relatarlo tu también te puedes conectar. Es psicodélico”.

[…]

Luego la voz, ¿Qué es la voz?… ¿Qué chuchas es la voz? El otro día una alumna me decía que estaba flasheando cachando como respiramos, exhalamos la basura.. Y cuando cantas este aire que exhalas transmuta en algo bello. Normalmente exhalas para sacar algo bello y eso es cantar, ¡chucha! Además cuando estoy solo cantando no necesito pensar mucho, que cuando estoy acompañada. El canto en resumen es exhalar (exhala). Te sientes un canal, solo estás exhalando y todo esto está pasando”.

Hacer una analogía entre el funcionamiento del afecto y el sonido como «energía emitida por vibraciones o turbulencias transmitidas a través de un medio» (Brabec de Mori 2015, 25) que necesita estar expuesto y moverse a través de un cuerpo sólido para ser percibido, me lleva a entender en ella lo que propone James Gibson sobre los sentidos como sistemas de percepción que se articulan cuando recibimos una información auditiva y que resuenan en sus palabras. Para dicho autor, la información sobre un acontecimiento sonoro está físicamente presente en el aire que rodea al acontecimiento, en la que si bien no podemos percibir la totalidad de la información que generan las ondas, si podemos remitirnos al evento que lo causó (Clayton 2008, 7). Así, de forma metafórica, las resonancias acústicas son cuerpos que a través de los afectos actúan o actúan sobre los cuerpos, en la que tanto los afectos como la experiencia musical sólo pueden conocerse por sus efectos entre o en los cuerpos y otros cuerpos y que generan vida, más allá de nuestra percepción humana. 

Este movimiento relacional, que la Marie lo mira como punto de partida para la existencia ligada a lo espiritual, está presente en procesos de la naturaleza que articulan un ciclo de relaciones simbióticas que permiten nuestra existencia. Por ejemplo, en la necesidad de nitrógeno para sostener la vida que implica una serie de movimientos y transformación desde entes que consideramos “inertes” pero que producen los nutrientes necesarios para el desarrollo de todos los organismos. El nitrógeno es un nutriente que no está disponible para los seres vivos pero está en el planeta y que requiere de una serie procesos de transformación de su molécula para poder asimilarlo, por ejemplo, del rayo que lo rompe o del encuentro de “profundo amor” que dice mi amiga Ceci entre las bacterias simbióticas y las leguminosas, que dejan como resonancia ese molécula descompuesta para a que a su vez se encuentre con las plantas que nos alimentan. Una reacción física, a así como la que produce el sonido, que muchas veces ocurre de forma inconsciente y puede desencadenar múltiples efectos y puede vincularse a una comprensión amplia del sonido, haciendo que la música ya sea significativa antes de que pueda significar algo o entrar en el ámbito del discurso, ya que su valor o forma de entendimiento debería localizarse en la experiencia de posibilidad múltiple que se habilita en el oyente para reaccionar ante ella[2] (Clayton 2008, 8). Que en este caso me permite poder hacer del afecto otro de los contenidos, como un ritmo que atraviesa la complejidad de reacciones afectivas que encierra su sonido y que se va  articulando en ese fase de crecimiento con los factores del mundo exterior.

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El encuentro con el sonido

[1] Clayton propone una nueva forma de entender la música que desplaza la atención de lo que significa la música a la experiencia musical. Para dicho autor, el punto de entrada al análisis musical se centra en el «mecanismo por el que un flujo continuo de información auditiva puede llegar a experimentarse como una secuencia de elementos musicales significantes» (Clayton 2008, 9).

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