CREAR: UN ACTO POLÍTICO

“No me considero una persona virtuosa, no ha sido fácil. También crear implica una dificultad e incomodidad…como decir imagino esto pero ver qué mismo puedo hacer, y ahí hay un proceso interesante porque sí, como que toca un poco volver a ti y relatarlo desde lo que tú eres, desde la comunicación. Pero eso no te impide relatar, a la final uno puede tener una experiencia mística con el sonido solo haciendo om por un rato, entonces en realidad es simple, si ‘relajas el orto’ (risas)”

“Componer desde un cuerpo femenino es crear desde las ruinas y la desidentificación. Habitar el espacio del despojo, es hacer del escombro la posibilidad de crear un nuevo territorio de exploración y subjetivación. Uno distinto del que nos enseñaron”. Así empiezo a escribir la reseña sobre Ábrete Sésamo, un álbum que te ahoga en la temporalidad múltiple de las formas y los recorridos del cuerpo, en este caso de un cuerpo femenino que se siente latiendo en el presente. Como si en las fisuras de mi cuerpo todas esas mujeres me habitaran y los pliegues de mis estrías fueran las marcas que quedan de sus encuentros con el mundo: “un cuerpo manada”, “fluyendo en el torrente sanguíneo” como dice tan bellamente la poeta y escritora Yuliana Ortiz, a la que menciono también en el relato de Karina Clavijo. 

Una sensación de un presente que articula un pasado y un futuro, como el movimiento del infinito de la panarquía, se instala en el sonido que es a su vez palabra y atmósfera tanto en Sr. Maniquí como en Munn. En ambos, a pesar de la diferencia de sus lenguajes y personajes, encuentro la necesidad de componer desde una narrativa afectiva que tome la anacronía del sonido como posibilidad de destruir formas y crear nuevas, de habitar la piel desde la experiencia fragmentada del sujeto en el mundo común que nos vincula y separa, de hacer del sonido una política que le grita desde sus diversos registros la necesidad de destruir para recrear otras formas de vida. Ambos proyectos le gritan al capitalismo y al patriarcado que se encuentran contenidos en las mismas formas desde las cuales creamos y entendemos la música, y hacen de la palabra sonido y espacio pero también contenedor sígnico que sin ningún disfraz manifiesta lo político como pulsión creadora. Una política que envuelve y destruye narrativas asignadas al sonido y deviene en nuevas conexiones y relaciones sonoras. Una acción y práctica de destrucción creativa para que algo nuevo emerja: un acto político y de libertad.

La política puede ser abordada desde diferentes enfoques, para este caso decido articular a varios teóricxs que creo resuenan distintos aspectos de su práctica y reafirman ese Maniquí que reviste varios trajes y no puede atarse a un solo contenido. Para Chatal Mouffe, de una forma parecida y a su vez distinta a la de Jacques Rancière, la política articula dos dimensiones. Para dicha autora existe una distinción entre lo político y la política. Lo político es «la dimensión del antagonismo que es inherente a todas las sociedades humanas»; mientras que la política es el «conjunto de prácticas, discursos e instituciones que buscan establecer un cierto orden y organizar la convivencia humana en el contexto del antagonismo» (Mouffe 2013, 12). En este sentido, la política es la que asienta o intenta eliminar el conflicto que es constitutivo de la vida social. Sin embargo, el conflicto nunca puede ser erradicado debido a la constante formación de identidades colectivas que pugnan por instituir otro orden hegemónico. Para Mouffe y Ernesto Laclau[1], siguiendo una comprensión gramsciana, todo orden social tiene una naturaleza hegemónica, lo que significa que cualquier orden establecido es una articulación contingente de relaciones de poder o prácticas hegemónicas que intentan instituir un discurso como único, universal y mantenerlo como una especie de “orden natural” (Laclau, Mouffe 2011). Esta perspectiva de tensión y conflicto constante que pretende instaurar un forma establecida como única, resuena con el sistema panárquico propuesto, donde como decía la Ceci, esa estabilidad al que llega un sistema luego de su proceso de crecimiento podríamos entenderla como esa naturaleza hegemónica que no puede mantenerse para siempre porque hay algo en su mismo proceso evolutivo que debe destruirse y volver a reconfigurarse. De esta manera, podemos mirar al antagonismo irresoluble de todo espacio político como la ausencia de un fundamento último, pero sobre todo, el carácter contingente del mismo que se encuentra en constante movimiento en una relación de conflicto o negatividad.  

Bajo esta comprensión gramsciana de la hegemonía, Mouffe concibe el arte y la política como dos ámbitos que no pueden separarse ya que las prácticas artísticas están implicadas en la construcción del orden hegemónico para mantenerlo, crearlo o desafiarlo (Mouffe 2013, 89). Por lo tanto, cualquier arte particular contendrá política, sea crítica o no. Un arte política para la autora será aquella que interviene directamente en una multiplicidad de espacios sociales para oponerse o impedir el discurso hegemónico, que para ella es el capitalismo (Mouffe 2013, 87-88). Si volvemos a la música compuesta por la Mariela, vemos como en sus dos proyectos su obra se edifica como una arte crítico al traer la antagonía a la superficie. 

Por un lado en Munn, en particular en su último disco Odisea[2], uno entra en un viaje donde la posibilidad es la destrucción creativa desde una sonoridad que parece evocar lo espectral por la forma que la tecnología materializa en la memoria. Un recorrido que va abriendo planos y postales de audio, donde a veces las conversaciones, grabaciones o sonoridades inesperadas    emergen y cambian de color u agregan otro, como formas extraviadas de una película que te hace sentir que la acción continúa más allá de lo que escuchamos. De nuevo esa imagen que le falta a la imagen que dice Quignard, el arte buscando algo que no está ahí (2015, 11). Una cierta obscuridad texturizada por los sonidos electrónicos y su cuerpo, donde su personaje “darks” y rockero, como ella dice[3], le grita al capitalismo y nos habla de nuestros cuerpos como números, de la necesidad de acumular más, del encierro de este tiempo que se acabará y nada acabara su latir, necesarios son los años…necesarios son los cambios, disolución, quién decidió la forma del final, el miedo detrás.. un resplandor flota, la tierra arde, como la muerte te hace sentir la vida más presente[4], frases que van clavándose en la experiencia de la modernidad en nuestro cuerpo, que como dice Marshal Berman: “es encontrarnos en un entorno que nos promete aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos, todo los que somos” (1988, citado en Fisher 2018, 89). El espasmo colectivo como forma de acabar la ceguera de este tiempo, una especie de apocalipsis en la que solo tienes ganas de pararte de tu silla y ponerte a bailar entre la utopía y el paisaje de guerra que esbozan los sonidos espectrales, que aquí no se entiende como algo sobrenatural, sino como “aquello que actúa sin existir” (2018, 44), como dice Mark Fisher.

“Cuando hicimos este disco (Odisea) tocarlo implicaba una incomodidad…Yo hace años ya quería sólo cantar mirándoles a la cara. Esto que estoy cantando es lo que creo, sí. Y era gritar “nada es suficiente, hijueputas”. La ira con el sistema, con el capitalismo. Cachas que por primera vez en el Sucre les vi a la cara, siempre veo por encimita. Lo bacán de la música gritada es que no da chance, te zumba”.

Recuerdo mi cuerpo reverberando en ese grito, en los delays y el sonido de los sintes que me llevaron a esa anacrónica del sonido, del tiempo y la memoria. A la máquina como sujeto y extensión del cuerpo. A mi cuerpo en gozo que retenía la sensación de muerte después de esa introducción donde una televisión nos contaba ese proceso en el que estamos ahora como humanidad, a eso que se refería la Ceci, ese clímax que hemos alcanzado “esos vientos que se están sembrando para cosechar tempestades” que dice la voz de Correa en Tempestades junto a un cúmulo de voces que como espectro te arroja a la necropolítica[5] que hemos alimentado y conservado pero que también susurran voces colectivas que luchan por la vida. A mi cuerpo que en medio de un paisaje espectral[6] solo quería pararse de la silla y que el Teatro Sucre reviente en una catarsis colectiva de grito y baile en medio de un mundo destruido y por venir. Viviendo ese instante del presente y del disfrute físico que para ella es tocar y más en un concierto: “una especie de euforia que da energía, que te recorre el cuerpo y es como wow hijueputa,  por un momento puedes percibir que todos estamos en algo similar, capaz es una idea, pero para mí es así”.

El silencio quiebra ese ruido eterno”, esa frase de Latido me lleva a su otro proyecto Sr. Manqui y Ábrete Sésamo en el que por otro lado, el contenido político leído desde el plano discursivo abre la discusión de género abiertamente. En el prólogo del fanzine que acompaña el disco, Mariela escribe: «yo padecía de “orfandad cultural”, la maldición de los mestizos citadinos, aún así seguí haciendo música. No puede ser que aquí no haya una Violeta Parra, una Amaría Elena Walsh o una Chabuca Granda con la cual pueda sentirme conectada e inspirada, y ya que no la he encontrado -aún- en la historia de la música ecuatoriana entonces la voy encontrar en la poesía”. El borramiento de nuestros cuerpos en un ecosistema musical masculino hace que ella no encuentre la posibilidad de identificación que brindan los referentes y la lleva tanto a visibilizar estas estructuras de poder en el arte como a encontrar ese mundo crítico en otro soporte artístico, al cual desterritorializa y lo transduce a sonido. A nivel de contenido, cada poema, que en ella resuena algo de su cuerpo, articula problemáticas compartidas por un mundo social que nos corta sin importar la temporalidad y que abre otra resonancia política que localiza a la política en el espacio cotidiano, que como dice Hannah Arendt es el espacio de creación donde la vida es material y compartida, sin dejarnos olvidar que las prácticas y la experiencia de libertad no son iguales para todos los cuerpos. “Que uno es libre cuando puede actuar.  Y yo todavía soy hierba; vivo en la esquizofrenia continua de ríos que me entierran y yo a ellos, de buscar raíces y luchar contra otras; y aunque mi papá se sentó durante años a jugar ajedrez hasta que aprendía a mover los alfiles mejor que él, tuve que tener un amiga compositora para tocar mi primera obra escrita por una mujer, y hacer pública mi Carmen es un recorrido que todavía duele, porque el deseo es un campo que para nosotras a veces es guerra”, como le escribí en esa carta que fue el efecto-afecto de mi escucha..

Esta dimensión que articula el espacio de lo cotidiano, que localiza la política en la vivencia de un cuerpo localizado y su capacidad de acción: de ser visible y audible en el mundo social, público, resuenan en el entendimiento tanto de Hannah Arendt como el de Jacques Ranciere. Para Hanna la política está relacionada a la capacidad de aparición de un cuerpo en el espacio de lo público. Para ella, es el encuentro con lxs otrxs y ese reconocimiento que se da tanto en la acción como en la palabra que es a su vez es voz,  donde la persona despliega su condición humana y es capaz de producir un efecto en esa otra persona (Arendt, 1993). Ese sentimiento de cuerpo-manada que explico al inicio de esta sección es para mi una forma de manifestación de la voz de otros cuerpos que se vive en la experiencia musical de Sr. Maniquí, y no solo en Ábrete Sésamo sino en obras como Oleajes o Fragmentos Sagrados[7]. Obras en donde “el sonido de la voz del canto se transforma en sonido, el eco de un palimpsesto fragmentado” (Sun 2015, 209), que se inscribe en la musculatura del cuerpo como el resultado de historias de escucha y por lo tanto de una política, dentro del grano de la voz. Una voz que acarrea las huellas de múltiples historias y autoras, donde ellas existen en mí y yo en ellas, donde ellas me pertenecen tanto como yo a ellas. En este palimpsesto sonoro[8] que crea Mariela, me hacen pensar en ella como ese medio y canal que ella menciona: “pensamos que todo lo creamos, lo entendemos y no. Siempre estamos canalizando, no estamos separando. Siempre estamos interpretando y dialogando con algo que no te pertenece. El simple hecho de hacer algo ya implica una canalización”. 

Un canal que articula mundos y que me lleva a extender este efecto del encuentro entre la persona y ese otro cuerpo que no le pertenece como parte del movimiento tanto de la panarquía como del afecto. En el primero, ella en tanto que ese cuerpo-sistema que supone la panarquía se alimenta y crece en su interacción con el mundo el cual modifica, y a su vez, desde el afecto generan un reacción que es su música como proceso de canalización que afecta y toca a otro cuerpo que ya no solo es el de ella, como es el mío y de lxs que la escuchan, que se alimenta de esa cadena de infinitos y resonancias, posibilitando un movimiento o una configuración que crea mundo. Así la política deja de ser una cuestión social y se vuelve a la vida y nuestra capacidad de accionar en ella construyendo vida. 

Esta extensión del movimiento político en su cuerpo y en su música que se sigue expandiendo me hacen ir al entendimiento de la política del filósofo Jacques Rancière: “la política no presupone simplemente una ruptura con la distribución normal de las posiciones que define quién ejerce el poder y quién está sometido a él. También requiere una ruptura con la idea de que existen disposiciones específicas de estas disposiciones “ (2014, 30). Para este autor lo político se articula en el encuentro de dos procesos heterogéneos, inclusive paradójicos,  en una relación también de tensión que se enmarca en el “desacuerdo”, entre el proceso del gobierno, al cual denomina policía, y el de la igualdad, al que llama política[9].  De esta manera se articula lo que él denomina el reparto de lo sensible que da cuenta de un sistema que define la asignación de lugares, espacios y tiempos que delimitan la existencia de lo común, que es lo que nos separa y junta, los que nos excluye o nos hace ser partícipes (1996, 44). En ese sentido la policía es parte de la constitución de nuestro orden simbólico social, en el cual la estética cumplirá una función parecida de administrar e instaurar un sistema de formas de hacer, pensar, sentir que construyen el universo simbólico común de lo sensible y la participación de los cuerpos en el campo que consideramos arte. Es la política la que para el autor viene a romper con la “naturalidad” de este orden por medio de prácticas que ponen en cuestión su estructura y funcionamiento accionando sobre lo audible, enunciable y visible, creando así otros lugares con nuevos órdenes a lo constituido. Por ello, “lo político debe ser definido en sus propios términos como un modo de acción específico que es llevado a cabo por un sujeto específico y que tiene su propia racionalidad. Es la relación política la que permite concebir al sujeto de la política, y no al revés” (2014, 27). 

Esta concepción de lo político de Ranciere por un lado explica la enunciación feminista de la musica de Mariela contextualizada en nuestra realidad Quiteña, que conlleva una búsqueda de la igualdad en nuestro orden social que ha eclipsado nuestros sonidos y voces. Como él dice: donde lxs excluidos” e “invisibles” hacen público “la parte de los sin parte” en el corazón de ese orden policial (Rnacière 1996, 44). Una búsqueda que en ella crece y se alimenta desde niña y que en ella se siente no como una decisión intencional, como hemos visto en algunas mujeres de este archivo, sino como su mundo propio, en el que su subjetividad no deja que lo sensible se nutra de ese silencio impartido por el orden social: “siempre tuve la intuición de buscar referentes femeninos. Fue una cosa no muy racional, porque desde chiquita empecé con Mazapán y las mujeres que les contaba. No se siente como una decisión racional pero sí más bien como lo que es. Yo escucho muchas más mujeres que hombres, de largo y muchas no son conocidas. Ponte una referencia super importante para montar Sin Formas (albúm Sr. Maniquí) fue Diane Cluck, no sé, tengo una lista gigante… St. Vincent, Portishead, del trip hop salieron bastantes […] Sabes que ahorita estoy indagando que la mujer chilena es super power, mi mamá es chilena, como la misma Violeta. No sé, en la calle las mujeres no se maquillan, aquí nos maquillamos full -claro que mi entorno era hippie-, pero en invierno nadie te decía nada, les valía verga, no sé si venga de los mapuches, porque dicen que las Machis son las Machis, las chamanas son las mujeres, es medio matriarcal la huevada. Y mi mamá es mi mayor referente, es valiente, siempre movida, recursiva, creativa, buen humor, mal hablada, siempre con conciencia de clase; nunca me iba a meter en los colegios donde daba clase”. 

Pero por otro, y el que quizás me interesa más, es el de proponer una nueva práctica creativa que subvierte el orden y que para mi lectura viene a ser ese acto de libertad que dice Arentd: que hace que un algo que no existía antes exista y sea conocido (Arendt, 1993). En su proceso de composición ella nos dice que: “Con ambos proyectos nunca el punto de partida, o muy pocas veces hasta antes de Abrete Sésamo, fue una letra, siempre fue el sonido primero, ni siquiera la voz. Siempre el punto de partida para componer ha sido como la atmósfera sonora que casi siempre construimos con otros instrumentos. Y a partir de ahí se genera un cierto estado de ánimo que se conecta con lo que estás sintiendo o queriendo explorar ese momento. En mi proceso individual lo que he hecho ha sido improvisar la melodía, y por ahí aparece una palabra, un par de palabras; las escribo y de repente desarrollo la letra y busco ir a otro lugar y así… Por eso casi siempre mis canciones tienen dos o tres partes”. Y con ello se refiere a la estructura de “ Beatles: estrofa, coro, estrofa, puente, coro, coro… Es así casi en toda la música pop. Es la forma del songwriter. Una receta nada más… que tiene su razón de ser y que a nivel narrativo es muy efectiva, como en una película o un cuento”, pero que para ella esa forma “ha sido diseñada por una mente masculina como toda la teoría musical occidental; bueno esa es mi teoría últimamente. Cuando escuchas Bjork no hay, PJ Harvey tiene unas canciones que sí y otras que no. Siento que no ha sido una cosa de rebeldía, pero creo que Bjork ha sido el primer referente así como wow. Como, si ella hace yo también, si ella ha sido libre, capaz yo puedo hacer algo así […] Siento que en mí se siente forzado hacer calzar una canción, cuando ya tomas muchas decisiones racionales deja de sentirse honesta. Tengo mi teoría de que hay los que crecieron escuchando a Beatles y los que crecimos escuchando a Pink Floyd. Los primeros tienen un lenguaje de música occidental en su máximo desarrollo, como Mauro Samaniego, a él le sale naturalmente esa forma de canción y es orgánico, honesto. Yo soy más de Pink Floyd digamos, no van tanto con eso”. 

La plasticidad de la forma que escucho en en su obra me hace pensar nuevamente en la figura del palimpsesto acústico y del collage que menciono en la reseña de Sr. Maniquí como metáforas para aproximarse a configuraciones que son nuevas para mi. Hacer el mismo movimiento de ella de tomar construcciones que están dadas, conceptos que articulan de una mejor manera lo que yo podría de decir o construir y ser solo un canal que las vincula a otro lenguaje, en este caso a su música. “ tampoco diría que escribo letras, son ideas medio regadas. Nunca había hecho canciones de una letra, de ahí nace la idea de Ábrete Sésamo. Donde dije: si no tengo letras ahorita sabía que de ley había poesía que tenía información más interesante de la que yo podía aportar al mundo. Investigué y me relacioné de una forma con la poesía de una manera que no lo había hecho antes. Fue un ejercicio súper bello porque era como que ya había un camino. Mi misión era servir a lo que ya existe y que tiene una potencia, un alma y un universo. Y eso siento que es más fácil, propicia la creatividad con menos juicio, es: yo sirvo a eso no a mí misma. No entro en juicio, te da más libertad y ahí por primera vez fui mucho más metódica. Me propuse que cada canción esté en tonalidades distintas, musicalidades, tempos, compases… Para sacarme del lugar de siempre, yo ya me conozco y típico termino haciendo canciones en ¾ , en la misma tonalidad, velocidad… A cada poema le dí un código, símbolo para saber por dónde más o menos quería que esté. Tenía distintos puntos de partida en cada canción, para una canción empecé con guitarra, otra piano, otra voz, otra Bip”. 

La obra de Sr. Maniquí y Munn como el resultado de movimientos que borran e inscriben.  Un atmósfera compuesta de muchas capas que cortan y pegan varios universos sonoros y crean contornos con la voz y los instrumentos electrónicos que dejan ecos mutuos y hacen que pierdas la idea de algo “puro” u “original”, en el que habitan como fantasmas aurales que siempre nos dejan un tipo de sonido de máquina como interferencia, que nos hacen conscientes no sólo de que los sonidos que escuchamos están grabados, sino de los sistemas de reproducción que utilizamos para acceder a ellos. La importancia de la grabación que para su propio proceso creativo ha implicado la herramienta que posibilita, pero también le hace consciente de sus límites. “En la vida me he tenido que hacer de a buenos con mis limitaciones o sino no hubiera hecho nada. Como la computadora, no es que domino un programa en plan sonidista, pero sí gracias a mi hermano y a estudiar producción tengo más herramientas para aprovecharlas […] Con Munn es igual, uh no saben cómo maquetamos. Las maquetas van haciendo cosas que te dan risa al inicio, pero de ahí sacamos canciones, confías de que la idea esté ahí. Y así vas viendo tus limitaciones. La compu es una herramienta super bacan. Grabarse es una herramienta, cuando te grabas aunque te haya costado muelas, luego te escuchas, ya tienes «la herramienta». Sin compu y sin tecnología yo no habría sido la misma. Capaz no me hubiera dedicado a la música.

Ese aceptarse en sus límites le lleva a experimentar con diversas formas de creación, a  exponerse a nuevos universos que a veces implica una cierta incomodidad y que es distinto en cada obra. En el caso de Ábrete Sésamo fue buscar nuevas formas de composición y entablar un vínculo con el texto manteniendo esa intención y emoción que a ella esas palabras le producían donde sentir el cuerpo adquirió una dimensión fundamental: “Esa búsqueda ha nacido de la pregunta de qué cuerpo está cantando, no de caracterizarlo. Cuando hice Mar de Mente el poema de Ileana Espinel, que relata mucho desde la enfermedad; siento que mucha de su poesía es de temporadas de pasar en cama, ella relata mucho esa sensación y esa pregunta era importante. Ahí me preguntaba qué cuerpo dice eso. Aunque la música no necesariamente empieza en un bajón, por eso decidí que sea grave; ponerme en el lugar de ahí para poner la voz”. 

En el caso de Munn nos cuenta que el último disco salió de una relación muy cercana donde se encerraban a improvisar y de ahí sacaban ideas que luego terminaron después de mucho tiempo en canciones. “Los tres tenemos trip de conspiraciones espirituales, alienígenas, o sea  todo. El Pablo además estudia antroposofía entonces tiene una mirada de lo místico. Ahorita estoy conectada con la espiritualidad, desde el feminismo, cada uno tiene su lado y aporta. Así salió ese disco, de cocinar, comer, compartir, convivir y solito salió el concepto, salió un disco conceptual desde el inicio. En medio del proceso empezó a revelarse.”

El silencio es otra de las dimensiones generales donde también se escuchan estas diferencias, “en la vida me gusta que haya silencio para que haya escucha consciente”, que para ella en el caso de su proyecto solista lo liga a ese hacerse de a buenas con sus limitaciones y hacer lo que ella puede y está en sus manos. Por ejemplo, en el primer EP de Sr. Maniquí, Otras Formas, nos cuenta que le tomó varios años decidir y empoderarse de la producción de su propio disco, en sus palabras:“quién sabe más de mis canciones si no yo”. Pero también entiende al silencio como espacio, por eso dice que a diferencia de Munn que siempre está recargado de cosas, a ella le gusta componer canciones que tiene menos elementos y más repeticiones “ahí me conecto, últimamente he estado escuchando full mantras, creo que conecto full con la repetición que es un estado. Yo hago música que me calma, yo siempre estoy pensando, entonces, me cuesta llegar al silencio mental”.

A pesar de las diferencias en sus procesos, la dimensión colectiva está presente en toda su obra. “La idea se potencia con la idea del otro” nos dice, y pienso en las tardes, noches que nos reuníamos a conceptualizar Fragmentos Sagrados con la Juana (Juana Arias), como cada una desde su mundo traía cada vuelo y su respuesta siempre eran “date mija”. Esa confianza y seguridad que sentíamos de estar una a lado de la otra, explorando con una cosa que ni nosotras mismas sabíamos en qué iba a devenir. Cuántas veces nos entró el pánico pero al tenernos juntas esos miedos y sobreexigencias desaparecían y la ansiedad terminaba siempre en risas y amanecidas. El trabajo colectivo en ella ha sido una decisión consciente.”Siempre quise que Sr. Maniquí sea un proceso colaborativo. Quizá en la música era un lugar donde yo por primera vez tomaba las decisiones, me ponía el rol de productora, tú decide, tú llévalo hasta el final. Pero una vez que encuentro la maqueta que quiero comunicar siempre está abierto, le decía a un amigo el otro día: yo no soy obsesiva con que algo no se dé. El Jofiel ha hecho arreglos de canciones, ha creado bastante. La Maya me sacó fotos para el arte, luego la Jazz se juntó e hicieron juntas el diseño. A mí me encanta ver como otras personas reinterpretan lo que hago. Es como wow, a mí nunca se me hubiera ocurrido eso. Hay gente que tiene la dimensión visual de las obras, yo no, eso sí no, mejor que se sumen personas; yo no salgo ni siquiera en los videos, no sé, supongo que eso tiene una razón de no saber si soy yo o un personaje, es mejor que salgan otras personas que sumen al relato más que al personaje”. 

Los diversos encuentros que ella genera por medio de la música, generan una colaboración artística donde el trabajo de uno parece ser el lienzo de la otra, en sus diversos proyectos existe un diálogo de personas creando, donde el arte adquiere esa fuerza política que he mencionado. Conexiones que producen una historia fragmentaria y no puramente discursiva, que dinamizan el espacio-temporal y nos llevan a su tiempo, que es a su vez el tiempo del sonido. Un tiempo que como en la panarquía habita la repetición, la experimenta y se coloca en el devenir del presente.

“No soy prolija. Otras formas es una compilación de canciones donde necesité hacer una canción por las emociones fuertes. Tengo esas canciones de emociones intensas, que son como: ahh esto me está volviendo loca.  No tengo muchas, pero hay. Para hacer un proyecto no parto tanto de lo emocional, otras veces si parte de mis momentos y luego me canso de los míos y quiero explorar de los otros, como Ábrete Sésamo. En este momento de mi vida no he estado creando mucho, estoy en un momento más de contemplación de lo que he hecho, no me lo creo a veces porque no entiendo cómo llegué. Lo de Fragmentos Sagrados fue como wow, cómo llegó a esto. No sé después que pasará la verdad. A veces pienso que mi creatividad se estimula más cuando hay una idea, o una idea colectiva que se potencia full. Me interesa más eso que hacer canciones emo de mi dramita del día. Por ahora no siento que tengo algo muy relevante a los dramas, porque no les quiero dar tanta importancia, pero siento que va a llegar el momento”.

[1] Laclau define lo político relacionado con el momento de aparición del antagonismo con los instituido. El antagonismo como relación de negatividad acontece cuando los sistemas o estructuras importantes en un orden social se enfrentan y se disputan por algo en común, podríamos decir como esa falta de acuerdos. Para el autor este es el momento donde la identidad de esa estructura u organización se pone en crisis, pero al interior de su propia estructura y constitución, como algo que destruye esa idea de identidad plena (Laclau, 143).

[3] “Con Munn es como esto más dark, pero lo que sí ese personaje ha propiciado que pueda habitar el rock, nunca fui super metalera, pero sí hay una cosa que es más explosiva y que me gusta full explorar; disfruto full y es necesario. Porque es una forma de ser mujer que habita en estos momentos de la historia y de la música alternativa […]  Yo creo que es una fantasía del cuerpo ser rockera. Yo ni entendía cómo gritaban, me tomó años entender. Y cantaba la misma nota, pero tuvo que pasar una época para tocar con una batería atrás, pero sí es mi fantasía de rock. A ratos me daba vergüenza, en su momento estuvo cool, pero no pues es un juego, búscale la vuelta y juega… ”

[4] Las letras en cursiva responden a fragmentos tomados de las canciones del álbum Odisea.

[5] Achille Mbembe desarrolla el concepto de necropolítica tomando como punto de partida el pensamiento de Foucault sobre la biopolítica, la cual indaga las diversas formas  de ejercer el poder sobre los cuerpos y vidas de las personas en los Estados Modernos. Para dicho autor, el gobierno, por medio de sus distintas instituciones, decide quién debe morir y quien no, estableciendo divisiones humanas y segregando grupos. Sobre esta idea, Mbembe articula la noción de raza inventada por occidente y, desde un estudio del funcionamiento en la vida y las formas de poder en las colonias, propone que ya no solo opera una forma de poder y de gobierno sobre quién tiene el derecho a matar, sino que expone a todxs las personas a la muerte. El derecho a la muerte se instaura como una forma de imponer la muerte social y civil, al igual que formas de esclavización moderna que toman a esta como su centro, explicando desde(Mbembe 2011).

[6] Para Mark Fisher “lo importante sobre la figura del espectro es que no puede estar completamente presente, no es un ser en sí mismo pero señala una relación con lo que ya no es más o con lo que todavía no es” (2018, 44).

[8] Martin Daughtry propone el uso de metáforas para ayudarnos a pensar objeto sonoros y experiencia acústicas como capas (2007,46-84).

[9] Aquí lo político en el autor se asemeja más a la política de Mouffe, y la policía a lo que sería lo político en Mouffe.

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