El Sonido

LA PANARQUÍA

Texto por Isadora Ponce

“Donde el oído mide y escribe, cuando la voz ha dejado de morar en mí, hablo. Al oído la letra, a la palabra la escucha, a un nido el sobresalto. Ella duerme y piensa sin saber que las palabras la piensan en ese instante en que despierta y se apaga. El cuerpo se desprende de la idea del cuerpo, mudo alcanza lo que una sílaba no puede tocar. Lo propio sucede y la escritura encalla en la imagen de una mano que abre un rostro que desconocemos incluso mirado de cerca. Afuera la ligereza, la velocidad que cierra el ocaso de los objetos. Quizá si hablara lento cada palabra podría caer al interior de sus temerosas letras y el secreto, perdonado, renunciaría al lugar que la mano en su temblor extravía.”

Julieta Marchant

“La imagen ve aquello que falta.
La palabra nombra lo que fue.
Detrás de la imagen está el deseo: fantasma
durante el día, sueño durante la noche, oráculo, la víspera.
Del mismo modo en que tras cada biografía humana está la Historia, de igual que tras el nom­bre de cada uno de nosotros hay un antepasado, igualmente hay, tras cada palabra, un ser perdido.”

Pascal Quignard

LUMBRE

Palabras que salen de la intensidad de las sensaciones impregnadas en el cuerpo, que como el afecto no pueden realizarse puramente en el lenguaje sino en el torso que busca el aire, el arpegio al silencio, la ecología al ojo, el rizobio a la leguminosa, la expansión al cuerpo, la carta a la mano, como fue la primera vez que escuché Ábrete Sésamo. Acordarse en la piel el rojo de una imagen que late en la pelvis y hace del sonido nódulo depositando la volatilidad, el oleaje y la destrucción en el cuerpo como movimientos claves para el equilibrio. Una discontinuidad dinámica que se produce en ese pasaje de intensidad que precede y excede nuestra intencionalidad, porque el afecto, esa primera asociación que produjo su música se mantiene. Y el sonido y el afecto funcionan de una manera parecida, compartiendo la misma materialidad: energía que excede lo humano y es vibración que en su contacto deviene en algo incierto.

Esa imposibilidad que sentí de escribir un texto analítico de Ábrete Sésamo[1], que me llevaron a los límites de mis manos que encontraron en la carta y las imágenes la forma de abandonarse a esa pulsión que no cesa y que la palabra sola no alcanza para restaurar ese deseo sin forma, de nuevo me es dada. Tener que escribir nuevamente sobre ella, una persona que amo y admiro profundamente hace que vaya días sentada frente a hojas llenas de mapas y dibujos queriendo estructurar un texto que se resiste a la estructura fija, o soy yo quizás la que no puede recomponer ese algo distinto que siento se suscita.  

Ahora que no puedo dejar que la mano busque otras superficies voy a su música. Vuelve a mi la sensación de sal en la piel. El sonido que deviene en espacio por el silencio de tres notas que se repiten como mantras minimalistas que caracterizan gran parte de sus texturas sonoras. Los poros de mis areolas latiendo cada vez que escucho Mar de Mente, y el sonido restaura un deseo: sentir los fluidos del cuerpo saliendo en alguna de las ruedas que tanto me gustan, porque soy como esa especie de cliché masculino -que a veces crítico con mis amigas- que le encanta la moto, la bici y manejar en carretera, que cualquier cosa que implique sentir la velocidad circulando dentro que quizás puede destruirte me llama, y busco en la palabra y la metáfora de la imagen táctil recomponer el instante de un movimiento siempre incierto, la pulsión de transformación entre la vida y la muerte que implica exponerse a una ingeniería de colapsos, donde la acción se pierde y queda en su ausencia lo vivido.

Sentirme nuevamente así implica otra vez buscar otras formas de traducción que den cuenta del movimiento fragmentario pero a su vez conectado que es su cuerpo. Buscar los nódulos y el ritmo de lo que para mí es una imagen sonora táctil que guarda la continuidad en la acción o la sensación vivida que en sí invisible, en esa piedra fundamental que sostiene como condición de posibilidad toda experiencia y todo pensamiento: la posibilidad de movimiento, que dice Pablo Maurette con respecto al pensamiento de Michel Henry (2015, 199). Abortar el pensamiento causal y la posibilidad de representación para organizar eso que lo siento tan particular en su música, como un misterio que se siente como esa imagen que le falta a la imagen, que dice Pascal Quignard:

“Bajamos al sótano. El sarcófago se encuentra en la segunda sala, a la derecha, en la penumbra grisácea. La piedra rectangular que lo recubre -el fresco se hallaba originalmente ante los ojos del cadáver­ ha sido volteada y erguida sobre la nunba para que nosotros, los vivos, podamos contemplarla. Así el muerto, a partir de entonces, vio frustrado su suel’ío. La escena pintada, muy blanca, está ro­deada de un marco más o menos rectangular que el megalógrafo ejecutó, también a pincel, sobre la piedra, rectangular ella misma. Al interior del marco vemos, a la derecha, piedras rectangulares cortadas, superpuestas: es la acrópolis, el mundo humano. Abajo, a la izquierda, el mar verde, los Infiernos, el otro mundo. 

Al centro, el clavadista salta. No tiene ya los pies sobre la acrópolis, está en el aire, todavía su cabeza no ha alcanzado el mar. La acción no está concluida. El clavadista está cayendo” (2014, 10).  

El cuerpo de ella, que es también su obra, se siente como ese momento que menciona Quignard en sus lecturas sobre varias imágenes: aquel en que “la experiencia y el instante se miran cara a cara”, donde “el ahi viene del tiempo se encuentra con lo vivo” (2014, 49); ese cuerpo del clavadista que muestra la acción antes del punto sin retorno, el que pone en marcha a la metamorfosis. Su música anuncia un instante que brota siendo aún instancia al que no podemos completamente acceder, solo imaginar y vivirlo en esa especie de oscuridad porque es reacia a la visión, como un beso que es invisible, se siente, se da, se recibe, pero no vemos nunca lo que pasa dentro de nuestras bocas, y uso este ejemplo porque ese es otro de los efectos de Mar de Mente, porque lo que puede hacer el lenguaje es aproximarse a los recuerdos, a las acciones que su música efectúan en mi cuerpo. 

Por eso, desde la primera vez que intenté analizar su música me pregunté sobre la destrucción de la forma, o al menos de las mías que están fraguadas por un mundo musical masculino, como ella hace referencia durante la entrevista donde comenta que hace canciones pero en realidad no, o distintas porque la “típica canción”, “el modelo que usamos” para ella tiene coordenadas masculinas que inconsciente e conscientemente no le surgen. ¿Cómo enfrentarse a una morfología nueva, que parece renovar ciclos de distintas eclosiones?

En mis dibujos e intentos de graficar una suerte de constelación que se conecta entre puntos, intenté pensar su estructura como un tejido. Sin embargo la linealidad, así en este implique trazados curvos, no es el movimiento macro del tiempo que estructura ni su cuerpo ni su música. En mi intento de salir a trotar para mover las ideas, mi amiga Ceci, con la que vivo, colgaba una llamada de zoom y nos quedamos fumando un tabaco donde yo un tanto frustrada le contaba su complejidad e iba describiendo las dimensiones políticas, afectivas, sonoras: la marea que para mí es su música. Y como siempre, ella trajo la geografía a mi cuerpo y me dijo que así como yo, ella es una “ingeniería de colapsos”:

“todos los sistemas necesitan colapsar en algún momento, porque eso es parte de la reconfiguración del sistema para un proceso evolutivo. En todo los sistemas hay colapsos que además son cíclicos. Y en la naturaleza los procesos evolutivos son constantes, de hecho el cómo estamos como especie humana ahora, que estemos llegando a lo que estamos llegando, es parte de esta ingeniería. Es un desarrollo y una evolución de una especie que por diferentes cosas llega al punto máximo de su proceso evolutivo, en un determinado tiempo y espacio -siempre sujeta a los factores externos-, se estabiliza y mantiene y es en ese punto de clímax que llega el momento de su destrucción y da paso a la reingeniería de un nuevo sistema que va a adquirir nuevas formas, y va a seguir su proceso evolutivo que sigue el mismo ciclo. Este es el modelo de la panarquía (dibuja una especie de infinito con el lado derecho más grande, donde el lado superior derecho aloja la conservación -que es la estabilidad que mencionaba- y en el inferior la destrucción). Lo interesante de este proceso son los equilibrios dinámicos y la destrucción creativa que son clave para el proceso. Cuando tú estás en la fase de conservación o estabilidad, que es cuando tu sistema ha alcanzado un equilibrio, este equilibrio no puede sostenerse porque hay un proceso evolutivo en el que todos los elementos y componentes que configuran al sistema se van a ver afectados por factores externos y su interacción con estos y toda la nota,  entonces colapsa. En el momento que colapsa viene la destrucción creativa en el que todas las formas preexistentes dejan de existir y te llevan al otro proceso de reorganización, donde configuras todo lo que era el sistema: el bosque que se quemó empieza a rebrotar, y ahí comienza nuevamente a reconfigurarse la vida y pasas a la fase de crecimiento, donde estos procesos se potencian y se nutren por todo lo exterior, aquí aparecen los contenidos específicos y luego sigue la conservación, etc. En los procesos naturales pueden durar años, pero si los llevamos a una persona pueden ser procesos de vida, que como me cuentas en la Marie pueden ser ciclos más cortos, no como los tuyos que son mucho más dilatantes, que después de estar en años de estabilidad vino la destrucción creativa y ahora… bueno, todavía no sabemos si ya pasaste esta fase o estás…” 

 Cecilia Dávila

Escucharla explicarme esta estructura que opera como sistema, es quizás la mejor forma que encuentro de articular el movimiento que parece estar en la Mariela, tanto en sus proceso creativos como en su cuerpo, el cual parece ser una búsqueda constante de una evolución personal, y que me permite entender cómo ciertos conceptos o dimensiones como el afecto y lo político entran como contenidos que explican cómo se configuran y reconfiguran ese cúmulo de sistemas que va creando en su trayecto de vida, siempre afectados por la vida material de su entorno. Un infinito que a pesar de estar cerrado está siempre abierto al afuera y no deja de mutar en distintos devenires.

Haz click en cada imágen y sigue un orden lineal: empieza por sonido, luego cuerpo y termina por crear. Luego regresa a esta parte y continúa leyendo. Aunque el orden de lectura es lineal su conexión no, como el movimiento en el que se inscriben

EL SONIDO COMO AFECTO

CUERPO

CREAR: UN ACTO POLÍTICO

En este ciclo de constante mutación en su cuerpo, en sus prácticas creativas, que cumplen un ciclo de crecimiento, de estabilización y luego se destruyen para de nuevo reorganizarse y crear nuevamente con el movimiento de un tiempo que se experimenta en el devenir del presente.  Uno en el que confluyen el antes y el después, que retoma ciertas huellas y las entrelaza con un futuro que proyecta, quizás se reducen a su vínculo con la voz que en ella es una relación cotidiana, en la que ha “podido ganar más perspectiva a través de dar clases”. No canta todos los días y no es obsesiva con eso, aunque dice que debería. La voz en ella es un proceso personal, de sanación y de constante mejoramiento con sí misma, una constante que se repite con todas las mujeres cantoras de estos relatos.  

“Cuando das clase te das cuenta que para cada persona es natural, para cada persona la voz es un viaje, algo distinto, para todos y todas los alumnos y alumnas que he tenido es algo profundo. El trabajo con la voz tiene directa conexión con tu estado y proceso emocional, con la aceptación de sí mismo, con la conciencia corporal y termina siendo super terapéutico el trabajo, sanador, siento que ese es el propósito del trabajo vocal, por eso siempre vuelvo a esa historia”, haciendo referencia a cómo, al no poder hablar, ahora ella canta y se para frente a un escenario, algo que ni ella puede “entender cómo pasó […] El canto me ha sanado y a veces ni yo puedo entender cómo pasó”. La música sigue siendo de las cosas que más disfruta y lo que le interesa es “seguir trabajando en esas formas de cómo propiciar el trabajo vocal y el trabajo de sanación propia y de las personas”, más que el éxito, “eso puede pasar pero lo otro es mucho más poderoso, porque ha sido para mí muy poderoso y es un proceso que no se acaba”. Como nos dice, ”mi proceso seguirá evolucionando, ojalá”.

OLEAJES

“¿Qué es estar herida, qué es morir? Empezar a morir, empezar a perder el aire que se respira, pedirle al cuerpo que respire hondo una vez, solo una vez más: en esa estrechez, en la intuición de un lugar que comienza a deshabitarse, empieza a conocer de veras el dolor. Los tajos, las mutilaciones, son sin duda dolorosos pero están acostumbradas a las grietas, desde chica, que las imagina y aunque se las inflija deja de sentirlas. En cambio no se ve sin voz (como no se ve sin piel) y acaso el riesgo de esa imaginación sea su mayor amenaza: reconoce la salud, se aferra a ella, en términos de una entonación. Algo, la voz ronca de su tía, la voz cascada de Renata, su propia voz cuando escribe, algo, una piel de voces, para entonar los fragmentos”.

Sylvia Molloy

[1] Ábrete Sésamo es el último trabajo discográfico de Sr. Maniquí, un álbum compuesto por 8 canciones creadas a partir de poemas escritos por mujeres y disidencias ecuatorianxs de diversas épocas.

Bibliografía

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