Arrullos

“De niña, mi cuerpo estaba en constante quiebre. Sufría de resfriado y cansancio corporal, no conforme con eso era estítica. Mis dolores por extreñimiento me causaban grandes estragos. Noris cuando llegó a mi casa me curó colocándome en una paila: aceite comestible y paico, mezclaba todo hasta tener un aceite de paico y me lo frotaba en el vientre todas las noches antes de dormir. En el proceso de aplicar el paico en mi vientre, Noris cantaba un arrullo. Una canción que me daba miedo, pero que siempre me gustaba escuchar. Esta canción hablaba de una mujer que tenía dos hijas muy bellas. Un día, un soldado se enamoró de Blanca Flor, la hija mayor, y la llevó a vivir lejos de la casa materna. El soldado, volvió luego de un tiempo diciendo que Blanca Flor estaba embarazada y por ello necesitaba que Filomena, la hija menor, vaya a asistirla. La madre de la chica le dice al soldado que ella no puede ir porque esta niña en doncella, refiriéndose a que es una niña virgen y que debe cuidarla. El soldado convence a la madre y Filomena es entregada a él, en mitad del camino hacia la casa el soldado decide violar a Filomena y matarla. Eso no lo dice de manera literal el arrullo, pero se entiende claramente. La canción terminaba con un grito de Noris: El nombre de Filomena en la montaña quedó. Toda su infancia robada y por ende la mía queda resumida en esa línea única. De alguna manera ella era Filomena, arrancada con falsas esperanzas de progreso y ayuda hacia la ciudad de Esmeraldas, obligada por comida, techo y estudio a cuidar de una hija que no había parido. Y sobre todo obligada a esperar. Esperar un futuro mejor, la síntesis que los humanos necesitan y por la cual se dejan someter. Noris/María esperando en la casona de mis abuelos un porvenir mejor para ella y los suyos.” 

Yuliana  Ortíz Ruano, Botica

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