Proceso Creativo

Texto: Isadora Ponce

La Palabra Viva

“el escritor es un extranjero en su propia lengua: no mezcla otra lengua a la suya, sino que en la suya talla una lengua extranjera que antes no existía. Talvez porque escribir siempre es escribir al otro: escribir a los otros, escribir el mundo, devolver a los humanos el espesor o la conciencia de su experiencia”

Gilles Deleuze

“Creo que todo proceso creativo es diferente en cada persona y no podemos generalizar que sea de mujeres y de hombres. Yo porque sea mujer no puedo componer como la Anita Cachimuel […] Pienso que cada ser humano tiene su proceso creativo y eso es lo lindo de ser únicos.”

Empezar a componer……………

Todo surge cuando la palabra atraviesa “ compongo sobre una palabra que me haga feliz, me estorbe, me moleste o me duela, pero siempre la base es una palabra”. La palabra que es emoción, vida, percusión, sonido, que adquiere diversas formas dependiendo de su búsqueda y de cómo su cuerpo transcultural quiere transducir[1] esa emoción. “Yo vengo de tantos procesos musicales, no de uno […] Todo empezó con que yo empecé a escuchar el bajo de todo, el momento en que yo tengo el bajo de toda la música en mi cabeza, pues ya, a partir de eso entiendo la música y ya no me hago lío, no me conflictuó como otras personas que les es más difícil”. Un proceso de composición que no se concibe sin palabrasonidos, porque son ellas el tambor para comunicarse y danzar, como en la música afro, que anuncian la vida y la muerte, que convocan al cuerpo al baile y la unidad, como dice Liliana Atencia Gil “sustitutos acústicos de la comunicación verbal y oral (2019, 13). Por eso, para ella la música es palabra.  

Si bien su música da cuenta de una larga formación académica y un entendimiento del sonido desde un marco aural occidental: armonía, acordes, intervalos, etc., que, como dice ella fueron el Conservatorio y la Universidad Javeriana las instituciones formativas que le permitieron adquirir y entender ese lenguaje, fue el jazz el que convirtió ese C7 con un Bemol9 -que ya sabe como suena y lo tiene en su cabeza-, en color: “cuando estaba estudiando jazz empecé a escuchar todos esos sonidos de colores que le llama […]

Colores que en ella resuenan como emociones ligadas a la vida, por eso tiene que salir a la experiencia con el otro, sea estar en la comunidad y las fiestas, la playa, o  enamorada: “cuando estoy creando, estoy amando. Obviamente tienes necesidad de movimiento porque el uno va de la mano del otro. Generalmente voy un día y veo el amanecer con alguien que me parece fascinante, voy a decir como es no me voy a estar inventando. Si romantizo, entro en ese proceso en que todo me parece lindo, porque ese momento es lindo, estoy feliz y tengo que componer, todo eso tengo que ponerlo en una canción. Un poco exorcizar eso”. Llenarse de la energía vital y que eso en algún momento se convierta en algo. La vida como un espacio previo para nutrirse y entender y luego volver a su casas donde crea, a su esquina donde un teclado mira a la ventana junto a una repisa con plantas, figuras precolombinas, un buda y una deidad africana, medallas de reconocimientos, varios libros y fotos de sus hijes, a “escribir, vomitar todo eso que tienes dentro, y luego organizarlo, porque a veces también te sale un vómito medio malo y hay que editarse” a tomar la guitarra que reposa junto a teclado donde empieza la búsqueda del sonido:

Sin embargo al escuchar canciones como Guagüita o Golpes vemos como la palabra también viene de procesos de dolor, de momentos de vida que son parte de nuestro transitar y nos hace reflexionar las violencias de género que transitan nuestros cuerpos, articulando una capa más a la dimensión política en su toda su producción de conocimiento con y a través del sonido, y que para ella necesitan de otras sonoridades para expresarlas. 

Una vida cotidiana solitaria en la que se pasa dialogando con libros, ya que al momento está creando una metodología de canto afro que le demanda un montón de conocimiento y le es difícil encontrar pares para discutir, como nos dice: “Yo no me puedo ponerme a hablar de bundes con cualquiera, no te puedo decir a ver vamos a hablar de una juga ni siquiera con los musicólogos de acá, porque mi tema es muy específico y está basado en todo lo afro. Sin querer queriendo me volví una especialista en el tema afro, ya no solo desde la recopilación o del estudio cultural, sino en este punto desde el estudio técnico cultural,  reivindicando las técnicas propias de otras culturas.” Mientras nos sigue contando emocionada como se pasa horas de horas investigando y leyendo libros, reflexionando en tantas cosas que le falta tiempo en día para seguir dialogando con hojas, pienso en libro de Salvador Izquierdo Una comunidada abstracta, la sensación que tuve de una escritura que se compone de fragmentos de otros, como si al tomarlos y construir una disposición tu cuerpo se construyera en esas resonancias. Una comunidad formada de palabras que ya no sabes si son tuyas o las de otres, porque en ese ejercicio, de robarlas o tomarlas prestadas se va tejiendo un diálogo donde la escritura es desposeída, donde no hay original ni copia “lo original no existe…todo es una evolución y está en permanente construcción, no hay idea de autor fijó, eso es algo muy del pensamiento occidental…el valor está en que se siga compartiendo, difundiendo”  como dice Karina. Por eso ella va a sus libros, vuelve a esa comunidad a conversar, porque es esta la que te nutre, “no solo la comunidad física, sino también bibliografía, que existe en la red, de pensamiento y filosofía” con la cual estás en permanente diálogo, una soledad no sola porque hablas y reflexionar en conjunto.  

“Cuando yo estoy girando, cuando yo vivo, cuando yo danzo, mi cuerpo está generando endorfinas, sustancias químicas, todo está pasando. Inclusive cuando estoy cantando todo mi cuerpo está generando cosas y eso hace que mi mente entre en otros estados también. Para mí todo está relacionado, ahora trato de tener conciencia, un amor hacia mi cuerpo.” En esa dimensión colectiva que ella habita, lo abstracto también se despliega en el baile y el teatro como dos pilares fundamentales para/en su proceso de composición, que forman una energía colectiva que hace que el sonido se escuche y se encarne en el cuerpo. En el caso del baile, si bien sale de su propio cuerpo, ella dice que esa magia se da con el público: “tengo la suerte de que con mi música la gente termina parada bailando, más que llorar termina feliz. Esa es una parte muy catártica con la danza. Aunque no la conozcas tu cuerpo te pide que bailes, empiezas a mover la cadera y a moverte así no quieras, es una retroalimentación de energía que es mucho de la música afro, claro, cuando hago música afro”. Pulsión del cuerpo que quizás viene de la relación directa que tiene la música del Pacífico con la sexualidad y que se expresa en el baile como forma de reivindicar el cuerpo. 

El teatro en cambio, le permitió habitar varios personajes y mundos desde el sentir del cuerpo. Nos cuenta que cuando trabajó el personaje de Chavela Vargas el “teatro la mató”, “esa mujer me arrugó, se me metió por todos los poros, fue una vaina que la empecé a sentir por dentro y cambiaba la contextura y postura de mi cuerpo para cantar, pero también mi mente, como hablas, muchas cosas que son físicas. Empecé a sentir un cambio físico y de actitud.” Ahora ella habita múltiples personajes, dependiendo de la historia que cuenta, modular su voz, juega con el tono y la expresividad, hace de la palabra fuente de poder que hace referencia a un sentimiento específico y genera una atmósfera determina, como el griot[2], en la música afro. “Yo pienso que no soy una sola cosa, no me puedo autentificar como una sola cosa, vas a ver diferentes facetas del mismo ser. Cuando soy Karina tu vas a ver una fiesta porque toco la marimba, canto, bailo. Si me ves en Chavela vas a ver una mujer sería, masculina, agresiva. Si me ves cuando estoy siendo cantautora, me vas a ver en una posición más con mi guitarra, en estas canciones que tiene otros contextos. Si me ves cantando Guaguita y luego tocando marimba, no es la misma persona. Si me ves como investigadora, me vas a ver citando a diestra y siniestra a los personajes de la oralidad, hacia donde apunte mi investigación.”  Vuelve a manifestar la transculturación en su cuerpo que la lleva no solo a ampliar su repertorio como cantora en el ámbito performativo, sino también en su producción de conocimiento que se manifiesta también en su disposición corporal, “ de hecho estoy desarrollando una teoría que le estoy llamando sincretismo interpretativo, porque es tomar de lo sincrético, que es básicamente todo lo que somos como mestizos  -que es reconstruido sobre otras culturas- y cómo interpretas eso que ya está dentro de ti, que lo has escuchado, que ya lo has vivido”.

Kariana es un cuerpo que mientras vive va hilvanando disciplinas, culturas, conocimientos, memorias; un cuerpo en tránsito que siente, se afecta y rompe con las dicotomías fijas y está en permanente cambio. Una mujer que crea sola pero desde lo comunitario, así como cuando arma las versiones finales de su música donde no usa maquetas sino ensambla en vivo con los músicos para que el proceso sea colectivo y ya no tan solitario. Una mujer que hace todo: compone, toca diversos instrumentos “hago de maquillista, consigue los sandwiches, los prepara, soy la que lleva a los músicos, la paga la gasolina…” que como dice, “le toca hacer de todo”, pero que toca y lleva sus canciones a donde va “y le vale verga lo que piense el resto” porque cuando nosotras tres, inseguras de todo lo que hacemos le contamos todos los miedos que nos inundan ella nos dice:  “a la primera persona que le debe gustar es a ti mismo […] ¿por qué las mujeres tenemos que estar callándonos? ¿por qué no podemos hacer tal o cual? si somos igual o a veces hasta más insurgentes y rebeldes que los hombres ¿por qué hemos tenido que pasar procesos distintivos en los que no nos paran bola? ¿por qué tenemos que guardar la palabra?”  Y me repito a mi misma, sin tener una respuesta, ¿por qué guardar la palabra, si es de esta donde acontece todo? Y con la fuerzas de esas preguntas, la Isa, la Vane y yo bajamos en el ascensor, nos miramos y sentimos el fuego quemando, nos quedamos paradas afuera del edificio sin palabras y solo con la energía en el cuerpo circulando, nos abrazamos y queremos explotar en conjunto todo lo que este encuentro nos dió y lo que único que sale de nuestras bocas es “que bestia de mujer, ojalá todas pudieran escucharla, ojalá hubiese sido mi profesora”.

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Golpes

Guaguita

Instrumentos

Materiales

[1] Transducir significa «alterar la naturaleza física o el medio de una señal); convertir variaciones en (el medio) en variaciones correspondientes en otro medio» (EOD). Para Adrian Mackenzie, «pensar de forma transductiva es mediar entre diferentes órdenes, poner en contacto diferentes realidades y convertirse en algo diferente» (citado en Helmreich 2015 227). Helmreich, Stefan (2015).

[2] “La palabra griot es adoptada debido al carácter histórico que estos personajes cumplen en los procesos de trasmisión de las memorias y tradiciones de los pueblos orales y por el respeto que a ellos se les otorga gracias a su sabiduría ancestral. “En la cultura africana los griots eran los encargados de preservar la memoria de la tribu, sus genealogías, mitos, cuentos, batallas históricas y tradiciones orales, que pasaban así de generación en generación, actuando también como consejeros de los líderes tribales” (Atencia Gil 2019, 8,9).

Sonido

Proceso Creativo

Cuerpo