El Cuerpo

Texto: Isadora Ponce
El Cuerpo
“Manuela Sáenz era una super bailarina y tocaba mandolin, Marianita de Jesús tocaba vihuela. Todos estos personajes waouh también eran instrumentistas…hay que empezar a rever esta historia, se necesita gente que documente estos procesos”.
Karina Clavijo
¿Cómo volver a sentarme? La ergonomía desgastada condiciona la memoria de mi cuerpo. Cuerpo rutinario que desarrolló la capacidad de moverse dentro de las dimensiones de un banco de madera con un cojín desgastado. ¿Dónde está mi cuerpo cuando toco el piano? ¿por qué nunca la siento? Pienso en la frase que dice Karina cuando habla de la marimba: que una se afina al instrumento y no viceversa, porque este lleva la sonoridad de un pueblo. Sentir mis brazos como viento o lluvia que acarician las teclas, esa sutileza impresionista de la cual no salgo es acaso la resonancia de un instrumento que históricamente fue “apto para el sexo gentil” (Franco-lao ,37) ¿Lleva mi cuerpo una feminidad instaurada de una sociedad occidental donde las ”señoritas de bien” tomaban leeciones de piano y levantaban sutilmente las manos como tantas veces me hizo repetir mi profesora Rusa con “delicadeza femenina”?
Pienso en la sexualidad del sonido ¿por qué siempre son los bajos y la tierra? ¿por qué siempre asocio ese sonido con lo masculino? ¿por qué son hombres los que generan ese sonido y esa pulsión? Puta madre, el piano marcó mi feminidad mutilada de arpegios impresionistas que no me dejan sentir mi vagina. Ni el piano de Kith Jarret puede mantener por sí solo ese deseo, necesita de ese bajo para erotizar el acorde. Será que mi desconexión con mi cuerpo también viene del mundo sonoro masculino que me acompaña desde antes de nacer. De un instrumento burgués que además de moldear mi feminidad refleja mi procedencia social (Franco-lao ,37) La música clásica como dispositivo de poder sobre mi feminidad actuando desde los cuatro años que me siento a estudiar el piano mientras mi mamá pinta en la mesa mujeres desnudas y me habla que la sensualidad está en todas la formas que nos rodean y que “cuando salga con un chico haga el amor, y que si el sexo es malo no pierda mi tiempo”. Miro mi instrumento y veo las contradicciones de los múltiples rostros que habitan nuestro cuerpo femenino, que va mutando de acuerdo a las experiencias subjetivas enmarcadas en los condicionamientos sociales que nos atraviesan.
La bestia: liberar la palabra
“Yo no hago escuchar mi música a nadie. Para hacerse escuchar es como que voy a un grupo y digo compuse esto a ver si lo montamos. Otra parte de mi proceso, siempre he estado teniendo grupo de mujeres. Me acuerdo que la primera vez tenía una vergüenza de tocar, era con un grupo que se llamaba La Bestia, un grupo súper Punky. Yo salía cantando del coro, así “tuurut como pajarito y luego salía a cantar “curas hijueputas dejen de robar” y diciendo que no me este viendo nadie. Era muy gracioso, pero a partir de eso se liberó una cosa, por qué las mujeres tenemos que estar callandonos … y por qué no podemos decir malas palabras, por qué no podemos hablar de sexo. Me dió toda una época de por qué no.
Esa era la época de los 2000, luego piensas un poco en la estructura de la palabra, para mi ahora como proceso todo tiene que ver con la palabra. Claro eso fue como haber sacado 100 kilos de malas palabras que quería decir a muchas personas, sobre todo políticos.
A partir de La Bestia yo ya no le tengo miedo a nada, hasta que nos ficharon de inteligencia, éramos un grupo de mujeres. En ese tiempo estaba de moda Juana la Loca, eran como enemigas la bandas, porque Erika se había salido de Juana la Loca porque los novios de Juana la Loca querían grabar el disco y no dejar grabar el de ellas. Entonces la Erika se salió, lo hizo como rebeldía. Entonces, a mi mejor amiga brasilera le encantaba el punk y yo venía de otro mundo, yo no era punkera ni nada. Mi amiga me dice “ve no seas malita, necesitamos una cantante buena” y yo dije: bueno, me voy a meter pero que sepan que no es lo mio. Y terminó siendo una época súper chévere, porque conocí una realidad de Quito, el ambiente de las mujeres punk, en Quito es otro nivel, es otra historia. La Leje y la Erika se peleaban con los chapas y venían literalmente con la cabeza rota, yo vivía espantada, decía que nivel de violencia. Ellas estaban en otro nivel, algún rato vino la Erika y vino alguien y le tocó la nalga y ella solo cogio y pam, le saco sangre y yo waouh era mi ídola. Cosas que nosotros normalmente como mujeres no estamos acostumbradas a vivir, a estar pendientes de que alguien te toque y te maltrate y no sabemos tampoco cómo defendernos. Para mi fue interesante, las chicas tenían un “cuchimbolo” porque entrenaban, para mi era otro nivel, de un feminismo, no quiero llamarlo mal ni que se entienda mal, pero las chicas estaban preparadas a ser reaccionarias ante la violencia, eso me parecía bien chevere de ellas.
Tecno Morbo: liberar el cuerpo
“Tengo un disco que hice en el 2000 con mi mejor amiga que se llamaba Tecno Morbo, era una ridiculez porque la idea era cantar canciones con sonido de electrónica pero con letras que tenían todo que ver con la sexualidad. En ese tiempo, irónicamente yo no estaba tan desarrollada sexualmente, o sea en pensamiento full, pero acá en el cuerpo estaba hecho mierda, al cuerpo no le estaba pasando nada, a la cabeza le estaban pasando muchas cosas, pero al cuerpo no. Entonces cuando te liberas de las vainas, porque además dentro de una sociedad tan moral como es nuestra sociedad, lo que vivimos, desinhibirse, llegar a entender tu cuerpo, a amarlo, -que para mí ha sido lo más difícil: llegar a amarlo. Todo el tiempo he tenido una bronca con mi cuerpo, nunca me sentía lo suficientemente flaca como los estándares que te dicen que tienes que estar, siempre me he sentido más gorda que flaca y nunca le veía la gracia al cuerpo. Y todo parte de que tú no has vivido una sexualidad plena, porque la primera cosa que te dicen es no te toques, no sabes ni como tocarte, parte desde la realidad más profunda que son las cosas que un niño debe empezar haciendo, entonces claro como no vas a vivir toda una vida desconectada.
Me acuerdo que hicimos este disco y hay una canción que es chistosisima, bueno todas las canciones son chistosisimas. Porque además venía desde el humor, no del “sí yo soy una mujer sexy”, no, era todo gracioso el disco. Había una que decía: “tengo un buen ginecólogo que me revisa el ovario derecho que me habla mucho mucho del placer cuando uno quiere morder” las letras eran así, súper poperas, nada que ver. Era como una necesidad de desinhibir el cuerpo, había una “arrecha arrecho” y eso era toda la letra. Era como bien subversivo en ese momento, hablamos de los 2000. Llegamos con eso y éramos de las pocas que se subían al escenario a hacer eso y nos valía trozo como nos miren, era una cosa muy libre.
Pero si retomamos la música del Pacífico, la sexualidad siempre está implícita en los bailes, en la Caderona, en hablar de las formas bonitas del cuerpo, en reivindicarlo. Incluso si vas más profundamente a las culturas africanas, ahora yo reviso y no puede existir una filosofía si no le pones al cuerpo de por medio, en África no puede existir una filosofía si el cuerpo no está de por medio y eso pone a años luz de todo lo que nos han enseñado de filosofía occidental”
¿Y qué pasó? ¿cuándo empezaste a entender esa ruptura para amar tu cuerpo?
“tuve que conocer a un chico brasilero, fue mi compañero en un taller de teatro de experimentación, fui porque me encanta escribir guiones. Fui allá y te enseñaban a presentarte, pero no a presentarte como “hola soy Karina pericodelospalotes”. Yo hacía así mi presentación: cuando nací me llamaron Karina Clavijo porque las afinaciones te hacen tener más contexto del sonido… Y así me presentaba como más teatral.
Cuando lo vi a él, un chico altote, entre mulato y negro, gay, gordo a morir. Y él se presenta con un vestido rojo y más grande, sin nada por dentro, era su cuerpo, y empieza a bailar y a cantar. Nunca vi algo más hermoso. Es uno de los espectáculos más bellos que vi en mi vida, yo dije: este hombre con todo eso, porque a mí ya con verle así, en momentos le veías parte de la guatita, parte del pene, parte de una nalga, de la espalda peluda, parte de cosas que normalmente no las unes como algo bello, pero el hombre era tan artista y tan grande que simplemente dije: ese es el tipo de nivel de amor y confianza que quiero tener para mi cuerpo. Ese fue el quiebre para mi psique que siempre estaba enfocada en lo que la gente quiere o que te venden que debe ser bonito, y así rompí con eso.
La segunda ruptura fue después, empezar a ver lo que realmente odiaba, la parte psicológica que creo que todo artista debería hacerse un tratamiento psicológico y psiquiátrico (risas) para entender y luego hablar de estas cuestiones psicológicas con menos aprensión. Hablar como parte de sanación para sentirme en paz y feliz con mi cuerpo”.
Chonta Kainbi: sanar el cuerpo con la palabra
Kainbi es el Chachi y Chonta es la Chonta, es una palmera, pero básicamente lo que yo trataba con esto es que estaba en un momento de sanación y la palabra sanación es muy importante para mi. Entonces era importante que esta sea una canción de sanación, cuidé mucho las palabras y es gracioso, porque si tu ves cosas de la Bestia es como buaa, insultos, gritos, todo lo contrario, y en esas cosas feministas que hago también está ese sentimiento de queja, pero en este otro, empecé a trabajar desde otra perspectiva, me canse de eso, de estar enojada, de pelear, me canse. Voy a hacerlo desde otra cosa, voy a darle valor a las palabras que me gustan, empecé a escribir solo cosas bonitas que me gustan y quiero que se mantengan vivas.
Chonta Kainbi empezó con unas amiguitas que son bien bacanas, que las junté e hicimos un primer grupo que se llamó las DamaJuanas, eran chicas que venían de diferentes grupos y que no tenían la oportunidad de tocar, entre ellas yo misma. Cómo sucede esto: yo siempre tenía un marimbero y tenía que estar dependiendo de que venga o no venga y me canse, dije esto se va al carajo y yo voy a empezar a hacer mi música y empecé a tocar marimba yo. Eso me dio una libertad, porque yo podía componer pero hasta esperar que se aprendan la canción era todo un proceso y depender de otros ya no me resultaba funcional, entonces empecé a tocar yo. Y como siempre había tenido grupos de mujeres dije: ah bueno solo con chicas estaría chevere. Empezamos con eso, un tiempo nos separamos también -tu sabes que eso pasa en los grupos, nos distanciamos un poco-, pero yo seguí con el proceso del disco y como es un disco de sanación me junte con otro grupo de mujeres que son “Las mujeres de artes en escena” y por ahí hice un taller con las chicas de Fundación Alas de Colibrí, les empecé a dar métodos de composición a las chicas, eran de 13 a 16 o 17 y fue muy lindo porque las chicas, en especial ellas, tienen una fuerte necesidad de sanar. Para quienes no sepan Alas de Colibrí son chicas que han sido victimas de violación, entonces han sido prostituidas o en otros casos sus propias familias han abusado de ellas. Además, viven encerradas y para una adolescente imaginate lo que eso, no pueden salir, porque me contaban las personas de administrativo y profesores de allá que hay toda una mafia, y si ellas salen las pueden llevar y reincorporarlas a ese mundo. Básicamente viven aisladas, no tienen redes sociales, viven en un mundo donde están entre ellas y crean lazos muy fuertes entre sus amigas.
Ellas escribieron una canción para el disco, no es la mejor cantada pero de las más emotivas sí, son palabras y voces de ellas, eso era para mi importante […] Es lindo escucharles a ellas desde su naturalidad, desde lo que tienen pero además con un cariño y profesionalismo, porque las chicas dicen “vamos a hacer nuestra canción” era una emoción para ellas.
Un nuevo día
El disco también tiene su parte ritual, tienes tu canción al agua, al sol, a la tierra, la parte que está la tunda, una canción que habla de estas brujas sanadoras que han sido perseguidas, las curanderas que son parteras y son parte de esos conocimientos ancestrales. Entonces hay una historia detrás de todo el disco.
CHONTA KAINBI
La maternidad
¿Eres madre?
“O sea sí soy madre, pero una madre que ya no funciona tanto como madre. Trabajo con mi hija y es más mi amiga que mi hija, es loco porque nos llevamos tan bien al punto de la total y honesta sinceridad y así. Juntamos, chupamos, fumamos juntas, hay un grado de total honestidad o no hay miedo de decirnos las verdades. Más que madre con mi hija, bueno y si necesita algo obvio estoy para colaborar, pero hay una relación más de amistad. Ya es grande, toca saxofón”.
¿Cómo es la relación de la maternidad con la creación?
“Ese es un proceso duro, tengo que decir que yo me aleje de mi familia porque no estaba preparada, mi cuerpo no estaba conectado con el rol de la familia y ser madre. Fue una cosa súper difícil para mí enfrentar eso, en mi caso yo fui la que les dijo a mis hijos si quería irse a vivir conmigo y ellos prefirieron quedarse con el papá y eso es una cosa que dentro de la educación tradicional se desmorona, porque se supone que no eres una buena madre. Para mi fue eso: renunciar a ese papel que nos han puesto como madres y si es una cuestión fuerte porque podría haberlo llevado de mejor manera, pero en ese momento no estaba preparada.
Fui madre con mi hija a los 19 años, demasiado chama. De hecho ella se crió conmigo y mis papás y es gracioso porque cuando era chiquita no me decía mamá, me decía Karina al principio, ahora ya es otra cosa. También tengo un hijo que vive en Alemanía, digamos que la relación con mis hijos es bastante distante lejana, no soy el prototipo de madre pero soy una buena madre, respeto el tiempo y el espacio de mis hijos y eso creo que es bastante”.
¿La maternidad cambió tus procesos de creación?
“Es que es muy raro, si hablo de mi propia madre y la relación conmigo, ella es uno de los más grandes críticos de mi trabajo, porque ella es la que te ha estado pinchando, punzando… y no es una relación sana, no es chevere. En cambio, mi relación con mis hijos es una relación en la que nos llevamos súper bien y a veces me ha tocado tragarme cosas que ellos me dicen, desde un pensamiento horizontal, yo no te enseñó nada, más bien a veces yo aprendo mucho de ellos. Creo que se le ha cargado mucho a la posición de padre, más de madre: de la alimentación, el hogar, el soporte, la familia y la abnegación. Descubrí que mi personalidad a veces, tengo que decir y es muy fuerte lo que voy a decir, pero a veces no me soporto ni a mi misma, punto. Hay días que no puedo ni conmigo misma y días que voy diez horas escribiendo fascinada en mi mundo de mis ideas, o días que me dan ganas solo de estar tocando, tocando, tocando”.
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Para Deluze y Guattari el rostro es una política, opera como un espacio conflictivo de relaciones culturales y sociales, un lugar que comprende la significancia y la subjetivación, un dispositivo donde se intersecciona la pared blanca y el agujero negro. Como parad blanca ya que ahi la sociedad va tallando singos, estructuras, roles que nos constituyen como una cara visible, son el marco que necesitamos para aparecer y que solo existe por el agujero negro que la aprende y la da significancia, el mecanismo por el cual internalizamos todo lo que nos ha sido asignido como nuestro. Un rostro que en nuestro caso es cuerpo, donde se inscriben una multiplicidad de relaciones, pero en tanto que pared blanca y agujero negro siempre pueden desdibujarse y redibujarse. Por eso, deshacer el rostro o despojarse de él es otra política que provoca nuevos devenires y puntos de fuga, así sean estos sean fugaces y transitorios.
Escucho la música y las palabras de Karina, miro mi instrumento y vuelvo a sentarme, libero el torso y los pies, me siento como en el yoga y torno al sonido pélvico, dejo que la mano recorra una extrañeza para mi cuerpo: el piano como un sonido que sale de las caderas. Toco la madera y siento el tacto violento que ellas producen a otros cuerpos. Y todo late, la madera, mis yemas y mis aureolas. Expando el campo del deseo con un instrumento que siempre me ha dado placer.

Sonido

Proceso Creativo
