El Sonido

Texto: Vanessa Bonilla
“¿Cómo se articula la propia vivencia a lo social, lo auto/biográfico a lo colectivo? -parecería responderse por sí mismo, de manera elíptica o metafórica, en la aglomeración de restos cotidianos al borde del objet trouvé pedazos de viejas máquinas de escribir, relojes, cajas, almanaques antiguos- y su combinatoria casi minimalista, lo suficientemente reconocibles para crear identificaciones compartidas pero a la vez distanciadas, a la manera de ostranenie, por procedimientos específicos- resinas, torsiones, ensambles, series-.
Podrían leerse allí algunos motivos típicos de esa subjetivación del tiempo cotidiano, la cronología común y las marcas equivocadamente biográficas, que ha dado en llamarse autoficción. Una historia – muchas historias-, quizá posmoderna, que no se cuenta por hitos cronológicos, datos precisos, recuerdos nítidos, que no se desenvuelven en una dirección, sino que se deja atisbar, imperfecta, a través de fragmentos, colecciones, rastros, inventarios: justamente, en la tensión perpetua entre el vacío de la memoria y el archivo”.
Leonor Arfuch
¿Cómo habitarla vida de Jannet para contar su relato de vida? ¿Cómo intentar acercarse a su sonido, su proceso creativo y su obra para colectivizarlo? ¿Cómo es que esta memoria, recuerdos e historia resuena en mi, en otras, en todas? Uso estos fragmentos de Leonor para explicar un doble acercamiento que tendré en este texto para que ese intento se encarne en las letras que siguen. En un primer momento el acercamiento es a sus recuerdos, a esa aglomeración de retazos de vida diaria, a ese arte encontrado, en dónde los objetos que nos relata en su testimonio que parecen solo levitar en lo cotidiano, terminan siendo artísticos, a esas identificaciones compartidas que puedo mirar en las imágenes que nos cuenta, que, aunque están distanciadas son cercanas y me permiten ensayar una forma distinta de hablar de sus objetos. Objetos que no solamente son objetos, sino encierran las memorias que escriben, una prolongación y extensión de esos recuerdos . Y en un segundo momento, que es tomar esa memorias que podrían verse como ficción, porque no hay un orden cronológico, no son precisas, tienen un poco de magia, de retazos, de descolocar el tiempo y de la memoria de la memoria un presente que articula un contexto y el pasar de la vida.
Sobre ese segundo momento, no les parece que cuando hablamos de nuestras memorias hay ocasiones en el que el acontecimiento sucede y pasa desapercibido y luego cuando lo recuerdas recobran todo sentido, se ponen en un contexto actual. No les pasaba que cuando fueron niñxs el mundo se reducía a tu casa: tu padre y tu madre que te contaban fragmentos de cosas porque creían que no ibas a entender o porque consideraban que era información demasiado fuerte para que logres darle la dimensión necesaria. Ahora tengo un recuerdo importante: alguna vez llegaron de visita a casa unxs amigxs de mi padre y madre, gente que era de Chile o Argentina, que habían sido víctimas de violencia de Estado. ¿Cómo le explicas a una niña de ocho o nueve años qué es la tortura, el secuestro, los asesinato, lxs desparecidxs, los crimenes de lesa humanidad? Ese día, habíamos cenado y me fui a la cama a dormir, me levanté al baño, escuché unas voces y fui a la sala, mi pa estaba hablando con estxs amigxs, habían traído unos vinos y regalos para mi. De pronto, entre chistes y anécdotas de la vida, uno de ellos empezaró a contar como le habían puesto corriente eléctrica en una sesión de tortura, recuerdo ver la cara de mi padre mirandome a punto de levantarse y a mi madre correr desde la cocina, tomarme de la mano y llevarme de regreso a mi habitación. Obviamente no querían que escuche esas historias. Al día siguiente me intentaron explicar sobre dictaduras militares mientras sonaba en el tocadiscos Victor Jara. A esa edad darle la importancia a ese relato como se lo doy hoy es absolutamente diferente, si me pasara eso hoy, seguramente haría una larga entrevista, preguntaría muchas cosas, leería para entender mejor el momento histórico, me obsesionaria un poco. En esa coyuntura solo fue una anécdota, pero que sí me marcaría en la vida. Siento que fue como la punta de un hilo de una gran madeja que a veces logro tejer y otras regresa al ovillo. Es un sentido que brota casi orgánico en mi, el de exigir y apostar con y por la vida: con mis escritos, con mis palabras, con mi voz y con mi cuerpo que buscan la justicia social y los derechos humanos y que me coloca en cualquier contexto por antonomasia, a pensar siempre en otrxs, en todxs y apostar siempre en la transformación – en la revolución-. “Yo pregunto a los presentes, si no se han puesto a pensar: que esta tierra es de nosotros y no del que tenga más. Yo pregunto si en la tierra nunca habrá pensado usted, que si las manos son nuestras, es nuestro lo que nos den”, A desalambrar de Victor Jara siempre será un gran recuerdo y un presente en mi vida.
Esta búsqueda de justicia social fue lo que más me resonó de la entrevista a Jannet, su sentido claro, su vida consecuente con lo que piensa: “por suerte en la casa no me ha faltado que comer o qué vestir, eso no quiere decir que haya sido sencillo. Trabajé con grupos desde bien guambra yo me iba con ellos y veía en el campo la brutalidad del trato al indígena, a nosotros mismos. Eso me caló mucho (…), cuando ves las cosas más serias por la investigación te das cuenta que la realidad no es linda (…) Yo estaba cerca, muy observadora, intentando servir con lo mío. Artículos sobre cómo la mujer ha estado dentro del arte. Yo pienso que uno puede entregar y armar una lucha muy válida, desde la conversación, desde todo, desde grupos de jóvenes; mis alumnos de universidad (…) una lucha permanente, como digo en mis escritos sobre estas desigualdades de género, raza, sexo, y todo”. Esa experiencia de vida marca el camino en como gestionas la vida y como muestras tu trabajo, los telares que tejes con otrxs.
Regresando al primer momento, a sus recuerdos y objetos, sobre sus primeras memorias musicales nos cuenta que:
“Realmente sobresalta permanentemente la memoria en mis actividades en la vida porque desde que yo me acuerdo en la casa había música e instrumentos musicales. Yo recuerdo a una personita totalmente loca por la música que era mi papá, un melómano, era un hombre fantástico. Es un tema interesante porque desde que yo recuerdo, la música que nos rodeaba era sobre todo por mi papá que tenía ese agrado por la música, por los instrumentos y él no era músico, era un hombre aficionado, entonces recuerdo que tenía en el medio sonoro los equipos de sonido de mi papá.”
Y al recordar a su papá nos remonta a los 60´s, cuando el tocadisco era un objeto presente en la casa: “la música que se colocaba era muy interesante, porque como te mencione, había de todo: había música ecuatoriana, tradicional o nacional, esta música antiquísima, jazz, música clásica, tenía sinfonías, por ejemplo las danzas de Dvorak, qué maravilla. Yo crecí así, pensando que ese era el mundo sonoro, y claro, también era la época de los boleros, con orquestas, pese a que nosotros teníamos los instrumentos en la casa que mi papá compraba para mis hermanos porque yo era última que poco a poco fui entrando, digamos, soy la última de mis hermanas. Entonces, todo era música en la casa, además de las otras actividades. Al frente de la casa estaba una orquesta, la orquesta Sonolux que era histórica, componían boleros, las cumbias clásicas que llegaban acá y acá se producían”. Y así ella continúa por un recorrido musical por sus sonidos que iban desde boleros que se cantaban en toda centroamérica, Cuba, México, que luego lo reproducían en todo el Ecuador en Cuenca también. También nos cuenta cómo incursionará en tocar el órgano, el piano. A los 5 años empezaría con unos métodos de enseñanza con el uso de colores que venían con los órganos que tenían pedales “yo fui identificando y ya estaba tocando, entonces así comenzó el asunto lleno de sonoridades. También de la ciudad, la maravilla de las calles, la maravilla de las procesiones. ahí vivíamos en pleno Centro todavía, venían por ejemplo, las sonoridades del Rosario de la Aurora que pasaban como a las tres o cuatro de la mañana, con el saxofón, con cantos de las maravillosas beatas que te daba miedo, pero por otro lado yo estaba guardando todo eso en mi memoria: esa sonoridad de la ciudad, las campanas de la Catedral vieja, que poco sonaban. El paisaje sonoro de la ciudad iba ingresando y luego cuando uno iba saliendo de la ciudad, iba contrastando esos sonidos”.
Ahí vuelven esos objetos y esas sonoridades, ¿cuánta atención le ponemos a nuestra cotidianidad? ¿Cómo vivimos los sonidos que nos rodean? Yo nunca he tenido casa propia, siempre he arrendado, como consecuencia he habitado varios barrios San Juan, La Floresta, La Mitad del Mundo, Miraflores y pienso las veces que de niña iba al Inti Raymi, al campo, al río, a las fiestas, todos los sonidos que habían en mi casa mientras el tocadiscos sonaba. Y pienso en dos canciones que amo: Mi papá es amigo[1], de Terry Pazmiño, a esta canción la escuché muchas veces en vivo, es una pieza que Terry le dedica a su hija Carol y otra de Promesas Temporales, Ñucanchic Apachita[2]. Y vuelvo a los sonidos de las fiestas populares, los castillos, las procesiones, la música, los saxofones, los cantos, los pases del niño, tantas sonoridades que cuando revisamos nuestra historia y recuerdos son objetos que formas parte de un gran todo, que habitan y resuenan de una forma en cada unx, y que además se activan de formas distintas, apretando sentires, activando acciones de tristeza, resistencia, amor, hermandad, celebración.
Para Jannet su universo musical fue un espacio hermoso: “para mi era tan lindo oir un pasillo que se yo, de Canelos por ejemplo, que iban a tocar en la casa los artistas, hasta oír la novena de Beethoven, osea tenían calidad ambas, y pienso que esto influyó muchísimo cuando empecé a tocar cosas chiquititas porque así se comienza”, donde ella se pregunta: “cómo teorizar esta cuestión de tener ese abanico de posibilidades sonoras entre lo que podríamos llamar popular, clásico y contemporáneo, y luego lo interdisciplinario” y nos cuenta qué en “imaginarios de la composición sistemática e intuitiva” su texto teórico, habla de ese punto de convergencia, en el que con ella dice “¿por qué yo tengo que coger lo uno o lo otro? después de haber pasado tanto tiempo tocando el piano, que clásico, que romántico, y ahora me doy cuenta que tuve la posibilidad de poder valorar entre lo que puede ser popular, clásico, contemporáneo, por ese abanico de cosas fantásticas. Yo comienzo pues a tocar noche de paz, que se yo, la cosa más elemental, solita, hasta ahora que hago organizaciones sonoras complejas ¿cómo explicas que todo puede estar en ese mundo sonoro al momento de componer, en el momento de crear, de poder decir bueno esto sale de aquí esto de esto otro? todo esto es posible porque está en la cabeza, por la sonoridades que recibiste y obviamente otras sonoridades también, de fuera de la ciudad y del país.
Quizás la mejor forma de entender el sonido es yendo a sus obras.
AGUA SÓLIDA
Al hablar con Jannet sobre esta obra, no solo nos habla de ella, sino del proceso, pero además resalta su curiosidad permanente y el deseo de que su trabajo sea colectivo, que sea vinculante, que le permita hacer ese valioso acto de enseñar y aprender:
“Tengo un poco de ilusión más bien, porque las nuevas generaciones, puedo ir confrontando con mis alumnos, quieren buscar algo, tengo entusiasmo. Sea desde la musical, de la tecnología, lo extramusical… hay un interés de investigar, si ha dado pequeños frutos, tengo motivación, porque veo que si va habiendo este tipo de circunstancias aunque son pocas 4, 5 o 10. (…) Busco siempre recrear, trabajaba con minuciosidad. Él iba a darme la imagen, pero le decía cuál quería; entonces él dibujaba una grieta y yo quería que el sonido proponga la imagen; porque somos mal acostumbrados. Entonces así comenzó, con una aguja de madera; entendemos como la vibración alrededor del disco que da una musiquita. Yo primero hice la musiquita, pero nada que ver con la primera que recoge todo. De inicio era algo de lo más suelto, yo saque de línea cero y ellos ya sacaron y uno dice !wow¡ esto que será. Luego fue la obra, el disco, la música. Todo esto hicimos manual. Me pareció lindísimo volver a la música concreta. Hay una tercera, un intervalo, las imágenes; una venus Valdivia. No sé. No quería caer en lo sórdido horrible y mejor salió una gordita. Todo ese capítulo era tan lindo”.
Nos contó cómo iba a ser la puesta en escena, que la idea era poner las paredes en una galería de la CCE, pero que tenían que elegir una de las pocas porque es demasiado caro montar y poner en escena lograron que la Bienal de Cuenca les colabore. “Pusimos el grande en una pantalla, del video que te mandé. Un poco para reflexionar de lo que quieras: el sonido, la vibración, la arqueología, te ponías en el centro. Había nueve fragmentos con su música. Había una polifonía, más bien una palabra… todos estaban ahí, te sentabas en el centro y era la novedad de que era algo arcaico, básico y eso es ni sé qué.”
La pieza lograba un espacio entre uno y otro y el silencio. “Te parabas ahí un montón de tiempo (…) Algo así fue de lo que partimos en esta obra de lo arcaico y lo simple. (…) Siempre se parte de lo visual. Ningún sonido es el que está ahí. Y cada sonido es construido, ni la gota de agua”. Nos contó que no sabe cómo pero que conocieron la obra en una galería en Polonia y que cuando pasan esa cosas, hay una satisfacción.
Nos llama la atención esta relación con gente más joven y nos cuenta:
“Cuando yo era guambra mis amigos eran viejos, inclusive con mis hermanos mayores yo aprendí todo. Y ahora es al revés, ahora converso con los chicos, mis alumnos. Claro, les propongo algo y ellos se magnifican con sus generaciones nuevas. (…) Antes era con los viejos ahora con los jóvenes, bueno con quien esté en esta locura. Con quien uno conversa en este medio, las amistades han venido de afuera. Tampoco en otros lugares es así. Me interesa ser concertista, lo logré en algún nivel, pero por ejemplo estas investigaciones tan importantes y necesarias. Partituras que hay todavía y se saca, los libros, las danzas, las pones en valor no solo tocando (con pianos destartalados sin técnica) pero ahora tocas en la onda que pudo ser y le das una onda y una estética. A través de la partitura y eso me ha atraído muchísimo. A través de estas locuras mías, poder ofrecer algo, el tema, la ciudad. O sino todo se aplaude, todo es lindo, todo es no sé qué. No hay crítica”.
Este punto que topa al final de su relato es muy importante, en Ecuador no hay crítica, hay resentimiento, hay voces en la espalda, hay comentarios personales, hay violencia. No es raro que hombres hagan críticas a trabajos de mujeres desde lugares misóginos y machistas. Tanto en la escena del arte en general como en el de las artes sonoras hay una exacerbación de la presencia masculina, muy pocas mujeres pueden mantener una carrera larga que no esté atravesada por la brecha de género y que esta brecha las haya expulsado del espacio público y las haya llevado a ocuparse en varios quehaceres en el espacio privado. Entonces, si la crítica no existe en Ecuador, los comentarios que hay están atravesados por subjetividades que no construyen, sino que dan cuenta de este conservacionismo del que ya hablaba Jannet o de unas brechas de género, raza y clase que van de acuerdo con esta herencia de hacienda que cargamos.
Para esta pieza, Jannet elige para la interpretación al Cuarteto Killa (Santiago Zumbana, Chakira Puchaicela, Eick Tinitana y Ana Gabriela Ruque) que es parte de la serie «Línea Imaginaria». Nuevamente tenemos a unxs jovenxs vinculados a sus creaciones pero además retomo una de sus reflexiones sobre el campo sonoro de lo occiental y lo no occidental . “Todo lo que forma a una persona es parte también de su producción artística, los intereses que van llegando a tu vida vas incorporando, entonces en mi caso yo hice eso”, ella dice que siempre tenemos acceso a lecturas oficiales que te da lo occidental en la escuela, en el colegio pero para ella “no era suficiente, entonces las otras entradas, como el yoga”, aparecen. En el caso de Jannet fue en la adolescente, “pero después de una forma más pragmática se incorporó esas sonoridades que iban entrando desde las filosofías orientales eran muy lindas” (…) Luego también me fui interesando en toda la situación ideológica, política, no profundamente pero sí empecé a investigar, fui a algunos pueblos o lugares iba con algunos grupos, y yo tenía oídos y escuchaba cosas, desde lo que hablaban hasta lo que tocaban, ahí me nació la cuestión de la investigación sonora”. Y así fue como se alimentó de varias fuentes para sus composiciones “por mi cuenta los fui afinando con otras interpretaciones, otra gente de otros lugares, de otros pensamientos y dije bueno esto se puede incorporar”.
En estos estudios tuvo una revelación sobre la “musicología», ella cree que es corta para definir todas las entradas que hay sobre los estudio de la música. “Yo ya lo hice mío .Entonces ahora yo pongo sin ninguna pena ni temor en mis artículos, en mis estudios, disculparan no es ninguna vanidad, sino lo que hago en conferencias, charlas, en mi música. Habló primero un poco didáctico y pongo estás entradas (…) No he renunciado a estas lecturas he incorporado, estas vivencias y más cuando me toca ir a la investigación sonora por los lugares, y en mis obras hay algo de eso también”.
Bibliografía
- Arfuch, Leonor. (2008) “Arte, memoria y archivo” Crítica cultural entre política y poética. 1 ed. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 75–89.

Sonido
