El Sonido

LARINGE DEVENIR ÚTERO
[Jugando en la playa, con el agua, la arena]
Yo aprendí sobre mi cuerpo […]. Ahora continuo usando mi cuerpo para comunicarme con el mundo. Por lo tanto, las cosas que he aprendido son cosas que he experimentado e internalizado. […]
Comencé haciendo impresiones para colocarme a mí misma y a mí cuerpo en el mundo”
Ana Mendieta
El silencio crea, gesta, convoca. El silencio es espacio “crea más allá de todo lo que está sucediendo… no es una ausencia de música ni nada por el estilo, todo tiene que ver con el espacio y el tiempo que están ligados a la música. Esta última época yo estaba embarazada, luego di a luz, estaba a full con la maternidad, estaba trabajando, había demasiadas cosas sucediendo y de repente decidí parar, y hubo un momento de silencio y ahí nació, en el contexto del silencio, este proyecte, este ensamble”.[1] La oigo y pienso que al igual que su proyecto, el silencio fue también lo que nos llevó a construir este intento de archivo, a juntarnos entre nosotras y estar sentadas en un café conversando. El silencio que nos atraviesa y se materializa en distintas superficies, el silencio que nos permite anudar y encontrar el espacio que te habita.
Antes de preguntarles sobre el silencio veníamos conversando con Natalia en el auto sobre sentirse pausa, que es una sensación que me habita durante este tiempo. Si bien la pregunta empezó con el automático ¿cómo estás? la respuesta nos llevó a hablar de los tiempos que vive el cuerpo y como a veces estamos tan acostumbradas a un ritmo, a un sonido interno que lo asociamos con la producción -y los respectivos logros que debemos cumplir- que dejamos de escuchar nuestro propio silencio, y entonces, el cuerpo nos grita, un grito de pausa, que en ella fue irse y embarazarse y en mí separarme y dejar mi casa de ocho años. Un silencio súbito que nos transforma el cuerpo, que nos expande, que nos lleva a buscar el espacio entre el sonido y quedarnos con esas tres notas que crean un cluster y nos atrapan, como la música minimalista o los mantras que desprenden ese “algo ahí”, que dice Natalia, “esa vibración que te permite entrar en otra dimensión”.
Mandálica
“La música no puede ser sonido constante, ambos vienen juntos, el silencio nos permite ser más expresivos y está constantemente presente en la forma que nos comunicamos, tienen la misma importancia”. “Yo no me había dado cuenta que tan importante era también tener momentos de silencio en las interpretaciones hasta que el maestro Tadashi Maeda[2] -que ya en paz descanse- una vez decía: “por qué sigues cantando, ahí deberías tener un silencio” y yo decía pero ¿por qué?, “la música, si tu te das cuenta, está viniendo de una forma en la que necesita un silencio” y yo hacía el silencio y él me decía: “no, ¿por qué no puede ser más el silencio?, ¿de verdad no sientes la necesidad del silencio? Y yo al principio decía “haber no, otra vez, voy a concentrarme y a sentir” y después de verdad que él tenía razón, hay momentos en que la música viene de tal forma en que los silencios son super importantes, incluso como efecto, como respiro de lo que estás cantando, un silencio de crear tensión, que sigue siendo música.
Y al escucharlas vuelvo a la voz de la Josie Cáceres, bailarina, en cada clase de Feldenkrais “es ahí donde tu cuerpo asimila todo lo aprendido y es también en ese momento donde se gesta lo nuevo.” “Más que lograr el movimiento o inclusive moverse, lo importante es imaginarlo, un cuerpo flexible es una mente flexible”. Dejar la atención en lo que se dibuja y volverse gesto “mi silencio le está acompañando, yo estoy sintiendo lo que está cantando para que en el momento en el que la voz necesita yo entro conectada, son momentos que no se desconectan”. La creación es también silencio, porque así como en un coro la voz “secundaria” nunca deja de acompañar a la “principal”, todo el movimiento que generamos existen en esas pausas que van creando el ritmo y arrojan la materia al tiempo, que crean tanto la música como la danza.
Si se cae la tapa de la olla es un ruido, pero el momento en que esa tapa de olla tiene un concepto, quiere decir algo y tu lo encierras y lo englobas en algo, y quieres que eso diga. Ahí estas transformando algo que puede ser cotidiano o que no puede ser tan comprendido en arte. Y lo mismo una partitura que esta muerta, puede ser cantada de diferentes maneras, comprendida de distintas formas. El momento en que se siente una vida en eso, que hay un por qué, es ese por qué lo que convierte ese algo en música.
Vida que para nosotras existe desde la experiencia subjetiva de nuestros cuerpos, que se habilita en el diálogo con la obra, en ese afectación que puede venir de varias maneras, pero sea cual fuese su camino nos atraviesa y genera una potencia dentro: “Esa sensación de la vibración que una la siente en el cuerpo, cuando cantas y hablas te sientes vibrar, hay una sensación de sentirse. . . . . . . . . .
. . . .“Y sentir la vibración del que está al lado, también es súper importante. Con la voz pasa mucho que a veces uno está cantando y mi nota cocha con la nota de mi compañera de al lado, se crea un nuevo sonido que no estábamos cantando, un armónico sale. Y llegar a sentir eso es una cosa muy especial, es algo de la voz”. . .
Eso que se desprende, esa potencia que en todas ellas se suscita, es la voz. La voz como el personaje central de su narración. Voz que desde su pensamiento contaminado excede toda organización fija y se vuelve energía que conecta con una espacio que tanto a ellas como a mí nos cuesta enunciar. Las oigo hablar y siento la vibración en el cuerpo, la energía particular que emanamos cuando estamos solo mujeres que se miran y se desnudan, ese “juntarse como una subalternidad” que dice Natalia brota, y las ideas se congelan con el gris que empieza a inundar la tarde en Quito.
“Es sensación, son las sensaciones de las voces, es como que se logran ensamblar todas. Esto del ensamble vocal es algo muy delicado de hilar, pero cuando haces click, cuando ensamblas, trabajas y te llevas bien con alguien surge la música. Creo que por eso también ya es para mí una necesidad continuar haciendo música con mujeres, con esta sonoridad, a mí me encanta, me fascina y no sé, no puedo dar explicación. Pero en nuestro caso también es una mezcla de afinidades humanas y también con la musicalidad, más allá del tipo de música, de lo que cada tipo de música te puede aportar a ti y cómo tú puedes darle vida a esa música juntas”.
Me quedo con la imagen de una voz refractada que sale de los ojos de la una que devienen en manos de la otra y me toca toda. Me siento movimiento continuo que disuelve la palabra y hace de mis pensamientos solo sonido: la lluvia sobre un techo metálico, el viento sacudiendo todo: las motos, los arbustos, los paraguas, la Isa sujetando la cámara, la máquina de expreso, el olor a pan, la puerta que se cierra y se abre. Maria la Panadería, un caos sonoro. Oigo en mí el poder de sus voces, de la voz como forma de figurar la potencia que excede puntos fijos que nunca acabo de acceder porque solo puede ser vivida y ocupada por las intensidades que produce y distribuye. Una energía femenina localizada en el vientre bajo que como coágulo de sangre se enraiza a la tierra, carente de palabras, que expande el cuerpo y que te hace sentir viva.
“Es un proceso lindo, interesante el que ahora estamos viviendo con Natalia, de estos sonidos y compases súper locos que hemos tenido que cantar y que te sacan un poco de lo que tal vez la gente quiere escuchar y también sorprende esos sonidos al público. A uno mismo cuando se crea un ambiente y comienzas a por “wow wow” una cosa así que te saca de lo normal, de lo cotidiano, te hace pensar, te hace sentir, más cosas de las que normalmente puedes sentir y eso es bueno no?, eso es para lo que hacemos”.
La mejor forma que encuentro para hablar de esa sensación que me produce escucharlas, tanto en sus palabras que significan como en en su voz que deviene en música, es dialogando con la metáfora del cuerpo sin órganos (CsO) de Deleuze y Guattari (2015). En su pensamiento también contaminado y sonoro que sugiere trazos y puntos de inflexión para crear collages propios, puedo anudar el sentir de nuestros cuerpos situados y la práctica artística que es a su vez pensamiento. Para mi, Frecuencia Fundamental es un ensamble coral femenino que, desde la singularidad de sus cuerpos como moléculas, crean un reordenamiento del entendimiento de la voz y del cuerpo coral: un cuerpo colectivo tejido por el vínculo afectivo y femenino que tiene a la voz como potencia de vida, energía sin forma fija. Una laringe devenir útero y viceversa.
Para Deleuze y Guattari, el CsO alberga tres dimensiones: como inmanencia pre-orgánica[3], estratificación y creación (sin linealidad). Como inmanencia el CsO está hecho de tal forma que sólo puede ser ocupado y poblado por intensidades, intensidades que pasan y circulan y que aquí se manifiestan en la voz como esa materia energética que alberga sus varios posibles[4]. Yo miro en ellas la voz como ese óvulo, ese punto de fuga, esa forma de figurar la potencia desde el reordenamiento de la significación, adquiriendo distintas formas:
“Para mí la voz es todo, es la vida. Yo he tenido muchos conflictos de amor odio con mi voz, creo que todas hemos pasado por algo así, pero claro, la voz es tan delicada es tu medio de comunicación, te expresas con la voz, gritas cuando estas con iras, lloras cuando estas triste y la voz está ahí todo el tiempo y creo que es algo vital para mí. He tenido momentos en que he tenido que parar de cantar por problemas vocales y no concibo la vida sin seguir cantando, o sea es algo que me provoca mucha ansiedad, sé que llegará un momento en la vida que no podré seguir cantando profesionalmente, pero mientras lo pueda hacer quiero seguir haciéndolo. Sin embargo, (aquí viene la relación de odio con la voz) es una cuestión también que te muestra qué tan vulnerable uno puede ser, sobre todo al cantar uno está tan conectado con las emociones que no puedes evitar sentir que en tu voz se muestre la ansiedad, el miedo o la inseguridad. Pero como yo lo describiría es algo vital, es vida.
“Para mí la voz es un instrumento que te puede sorprender, que no te deja de sorprender y que no tienes idea de la dimensión de lo que tienes como herramienta de comunicación a través de los sonidos, a través del habla, del sentimiento. Yo pienso que tal vez nunca pueda descubrir todo lo que pueda hacer con la voz, me ha sorprendido este aprendizaje durante mi vida de qué tan versátil puede ser este instrumento: puede cantar cualquier tipo de música, puede generar cualquier tipo de reacción y despertar pasiones, puede curar a la gente. Y en esta última época estoy convencida de que más allá de una “linda voz”, es necesario el cantar, no cantar por lo lindo que cantó, sino porque te puede liberar de muchas cosas y aprender tus límites. Gritas con la voz, lloras con la voz, susurras, declamas, puedes hacer tantas cosas y para eso no necesitas tener una melodiosa voz, necesitas atreverte a descubrir esa voz que hay en ti, que hay en todos nosotros. Si podemos hablar podemos cantar y podemos permitirnos fluir y sentir. Entonces, para mí, es un instrumento que puede salvar y sanar.”
Es la conexión con el alma, yo no creo mucho en el alma, pero por decirlo de alguna manera, el alma. Estaba viendo estas entrevistas con Maredith Monk, ella trata la voz de otra manera, como un instrumento, no usa letra, ella descubrió esta conexión, este hilo de la voz con el alma. Por ejemplo, yo tengo ahorita mi hijo chiquito, todavía no habla, pero está en ese proceso y es tan loco ver la conexión, el entiende todo y sabe cómo funciona el mundo, lo que él quiere y el momento en el que no puede hablar existe una tremenda frustración […] Hemos creado todo un lenguaje mágico. Yo me acuerdo que tuve mi problema de cuerdas vocales y me mandaron a no hablar por una semana y fue muy loco no hablar, o si te vas a un retiro en silencio diez días sin hablar con nadie, es como haber tomado un psicodélico porque descubres en ti todo un mundo interno que a través de la voz encuentras.
Por eso me gusta también la música contemporánea porque es una cuestión vocal, es una búsqueda también de estas maneras no tradicionales de entender la voz, como decía Andrea no es solo que suene bonito afina y ya. Y también en la música tradicional ecuatoriana de los indígenas quichuas hay esta cuestión de que todos cantan, pero solo cantas porque estás aportando a un momento de comunidad, y estas aportando a algo cuando cantas, no importa que cantes bien o cantes mal, pero es eso de hacerlo juntos, es esa cuestión coral también, que se traduce en eso.
La voz como el ser, la expresión, el sentir, la sanación, la enfermedad y la cura. Como potencia sin límites fijos, experimentación que a su vez da cuenta y posibilita configuraciones, dando lugar a la estratificación, eso que para los filósofos implica la capacidad de creación continua de mundo a partir del caos, que envuelve un proceso de organización, significación y subjetivación, e ahí su analogía entre dios y artista: dos cuerpos que organizan formas, sustancias, códigos, ritmos y crean mundo. Es justamente en esta dimensión, donde desde mi punto de vista se suscita lo político de este ensamble: Frecuencia Fundamental plasma a la par: disposiciones de organizaciones que han sido naturalizadas en el mundo musical, como por ejemplo la mujer en su rol colra -presentadas como el funcionamiento orgánico de este cuerpo- y puntos de fuga que se reflejan tanto en su organización como en la significación que van creando.
El primer corte que yo escucho en sus voces es su llegada al canto, llegada que desnaturaliza recorridos establecidos para la profesionalización y da cuenta de un llamado del cuerpo hacia la voz. Todas en su relato hablan de una especie de conexión de destino, como si estuviesen marcadas para cantar y cantar junto a otras mujeres.
La historia de Andrea
“Yo vengo de una familia de músicos y del arte: folklore, danza, artes plásticas, pero nunca se me había impuesto que también sea músico. Creo que ese fue un objetivo de la familia, que no sea algo de imponer a los hijos, tienes que ser como tu papá o tu tío, sino que se me abrió la posibilidad, sino que no me llamaba la atención ningún instrumento musical. Mi papá intentó muchas veces hacerme tocar la guitarra, pero no, no me llamaban los instrumentos, intentaba hacerme tocar el piano, y no, no tenía conexión con ningún instrumento.
Entonces bien, vengo a hacer click con el coro de una forma mágica, osea yo nunca me imaginé, ni siquiera sabía que cantaba, y fui al coro acompañándome a mi amiga, mi mejor amiga en ese entonces. Ella quería ir al coro, me dice acompáñame y yo le acompaño, me adicionan y me reciben -y yo decía: yoo?, pero si yo ni canto. Claro, comienzo a descubrirme en la universidad, en el coro, comienzo a descubrir esta sensación que tiene el cantar en grupo, no tiene.. es descriptible, no tiene comparación y comienza a emocionarme de tal forma, -que digo, claro los profesores veían seguramente algún talento- que me decían: mira porque no vas al conservatorio. y yo decía ¿yo?, ¿tan grande? -19 años en ese entonces- cómo iba a ir al conservatorio? y me dijeron que la voz es el único instrumento que se tiene que estudiar cuando ya está grande, cuando ya la persona está definida vocalmente.
Fui y me recibieron, fue así como el destino, todo se iba a abriendo, comencé a estudiar así: sin saber mucho cual iba a ser el camino, sin visualizar cuál era. Entonces, esta vinculación con la música vocal comenzó así: un enamoramiento en la universidad por un coro ocasional que luego me llevó muy rápidamente a trabajar en coros profesionales.
Luego estuve en un coro femenino por primera vez fue en el 2004, fundamos Fantasía Ensamble, un ensamble pionero donde también estábamos con Vane Valladares, ahora en el momento ya no está activo el ensamble. Yo estaba en el otro coro profesional de la ciudad y vienen unas amigas del Coro Pichincha y me dicen: oye necesitamos una voz más para hacer un ensamble vocal femenino. Y aquí nunca habíamos visto y yo dije: “woow, en serio solo coro de mujeres!” dije, va a funcionar porque los hombres son nuestra piedra en el zapato (risas)... fue una experiencia maravillosa esto de la música vocal femenina. Tienen otro color, otra vibración, es mucho más fácil vibrar entre nosotras por alguna razón, es mucho más fácil hacer click.”
¿Cómo vives tu cuerpo en el canto?
Yo cuando voy a cantar siento particularmente una energía aquí – señala el vientre-, desde las entrañas. Respiro, trato de conectar así e intento decir, y que lo que vaya a salir sea desde aca, como un motor – otra vez señala el vientre-. Luego siento el sonido en mis ojos, siento que sale el sonido por mis ojos, no es la boca ni nada. Es raro, cuando canto siento como mis rayos x saliendo por mis ojos. Luego depende mucho de la conexión que tengas con la música que voy hacer, por ejemplo, yo siempre procuro cantar cosas que me conecten conmigo, con lo que yo soy, sino no puedo tener ese click, solo me vuelvo alguien con técnica -que también me ha tocado ser-, pero no puedo apropiarme de esa música. Trato de hacer lo que mejor puedo pero no logro sentir eso que es desde las entrañas para fuera, no logró. Pero cuando es algo me compromete -que yo digo sé que es- siento eso, que es algo de acá viene a mi cabeza y se va por mis ojos y hace contacto con la gente que está ahí.
La historia de Vanessa
“Yo empecé más tarde que la Andre, a los 23 años, graduada del colegio, pérdida, sin saber que hacer de mi vida. Empecé a estudiar idiomas porque quería estudiar una carrera en la Universidad Católica, no me fue bien, no era eso lo que quería. Luego estudié restauración y museología. También estudié comunicación, pero como la Andre también la música siempre estaba presente ahí en mi vida. Mis papás también son cantantes y ya, la música es inevitable, está en la sangre, uno canta hasta en la ducha. Recuerdo que mi padrastro siempre me decía que estudiara música y yo: ay no, no. Yo decía de qué voy a vivir, la música no me va a dar de comer, es lo típico que te decían en el colegio, la trabajadora social venía y me decía en el test de orientación vocacional te sale música pero también veterinaria, estudiar mejor veterinaria, vas a vivir bien de eso. Me lavaron el cerebro hasta que no me pude resistir.
Yo también tuve un acercamiento un poco extraño, tenía un grupo de amigos que tienen un grupo de música urbana, hip hop y todo esto. Claro, yo siempre canté, pero como hobbie, les gustaba como cantaba y me decían que les haga los coros y yo bueno okay. Y grabé canciones de hip hop y hay unas canciones que en el medio son famosísimas. Tu les debes conocer yo cantaba con un grupo que se llamaba Equinoccio Flow, la veterana de hace 18 años esa soy yo (risas).
Dije “como que me gusta cantar y quiero probar otra cosa”, quería cantar jazz y averigüé y fui a las academias abiertas del conservatorio. Fui a dar una audición y no me aceptaron, de ahí le conocí al director del conservatorio de la cátedra de canto y me invitó a dar una prueba y me dijo “cómo es posible, ven inscríbete, estás en la edad límite para matricularse”. Ahí entré a estudiar música y luego tuve la suerte y bendición de conocerle a mi maestra de canto Carmen Alonso, por mi padrastro y, me enamoré de la época del canto lírico y me dediqué a eso. Yo creo que también son como cosas del destino, que han sido en el momento justo y he tenido la suerte de que sea rápido, sin buscar las cosas, tuve la oportunidad de entrar al coro del Consejo Provincial que también es profesional, estuve ahí 7 años y luego decidí cambiarme al Coro Mixto, hice una audiencia, entre y sigo ahí, muchos años y aquí estamos.”
¿Cómo vives tu cuerpo en el canto?
Yo te voy a decir algo primero, para mi es súper complicado, en realidad la voz, todo el instrumento es el cuerpo entero, uno canta con todo el cuerpo. Entender que mi cuerpo entero está haciendo todo el trabajo, no solo acá (señala la boca). Entonces el liberar tensiones, el trabajar en eso, sobre todo controlar emociones que hacen que lo que estás cantando en ese momento, se vuelve un poco estresante, porque a veces uno piensa, tengo que cantar las notas bien, tengo que entrar a tiempo, aquí tiene que entrar ni se quien, ver la letra, al director; son muchas cosas que uno piensa, montón de cosas que te olvidas. A mí me suele pasar que me olvido de respirar, tienes que hacer silencio y cantar. Todo el cuerpo está cantando, toda la energía que tenemos está ahí en la voz.
Con respecto al cuerpo, yo les cuento, por el 2017 estaba enferma, tenía un problema súper serio en mi estómago. Yo me creía infalible y me decían capaz no estas cantando bien, y yo decía no acá estoy bien, cantando, de lo otro ya me he de curar. Entonces me tenían que operar porque estaba muy muy enferma pero aun así seguía con mis agendas y mis actividades. Tenía un concierto súper importante, me paré y por primera vez no podía controlar mi voz. Me asuste porque mi voz se me iba, no tenía control y era porque estaba enferma y ya mi cuerpo estaba tan mal que me estaba diciendo oye ya, ya deja, cúrate y puedes seguir.
En 8 días me habían operado, y el día que me operaron me encontré con una directora de coros que se llama Mariela Carbonel -que le habían estado operando del útero- y me dice: “qué haces aquí…tú cuerpo te pedía que pares, nada más, tienes que aprender a parar en tu vida, decir: STOP, alguien más va a poder cantar eso”. Un cuerpo enfermo que no está al 100% emocionalmente tampoco puede cantar. Entonces sí, la relación que tiene tu psique, tu salud, tu voz es súper importante, es fundamental tener un equilibrio para poder seguir cantando.
La historia de Natalia
Yo empecé a los 7 años, yo sí la clásica más clásica. Osea, es que para dirigir realmente creo que es algo difícil, pero bueno empecemos desde el principio. Mis padres me pusieron en el conservatorio punto, mi tío es compositor y el otro cineasta como que hay una onda así. Pero mi familia en si son ingenieros, son emprendedores, mi padre agricultor y mi mamá dedicada a la casa decidió que mi hermano y yo vayamos al conservatorio. Después de las clases queríamos ver la tele y mi mama dijo no, no, les llevó a las clases.
Yo iba al conservatorio a piano, estudié piano como 10 años y quise dejarlo en un punto, ya no me gustaba, sobre todo porque tenía unas profesoras rusas que eran muy densas, muy estrictas, era aburrido, medias mala onda también. Me han tocado profesores que son músicos, pero no saben enseñar y también he tenido maravillosos profesores. Pero yo quise dejar, a los 12 años digo no más, dejé un año y no lo logre, ya estaba media adicta a la situación. Dije bueno volvamos a clases de piano, clases privadas y luego se abrió en Franz Lizt y ahí entre. Estaba estudiando piano y tenía que tener un instrumento secundario, dije bueno canto. Ahí cambió mi vida, tenía más o menos 17 años y nada empecé a cantar, me encantó cantar, me gusto full. En ese momento todo el mundo me decía, mi familia me decía que me voy a dedicar a la música, me apoyaban, me han apoyado siempre, pero no había esa onda de que quieres estudiar música, vamos planifiquemos, busquemos universidades, porque aquí no existía. Empezó la San Francisco sí, pero era solo jazz, y yo era clásica hardcore, sino es Mozart o Beethoven yo no quiero saber nada. Si no es ópera no es nada. Bueno, al final ya tenía que encontrar universidad y claro: yo hice caso a esos sabios consejos de no estudiar música, yo era muy buena para las matemáticas, me encanta la ciencia y dije bueno voy a estudiar física. Empecé a estudiar física, estudié un año, fue un primer año y era muy seco, dije quiero cambiar, hice una clase general de psicología y me encantó, acabé la carrera y me encanta la psicología.
Pero siempre canté. Yo también era alumna de Carmen Alonso, cantaba ópera cantaba con la sinfónica juvenil, me gradué y estaba un poco perdida, decía qué hago con mi vida quería dedicarme a otras cosas y entonces cogí las maletas y me fui a Venezuela a seguir a una profe venezolana maravillosa de coros. Cierto no he hablado de los coros, siempre he cantado en los coros. Había cosas del Coro Andino que eran parte de FOSJE y nosotras estábamos ahí. Ahí conocí a esta profe y decidí irme a Venezuela. Yo empecé a tener problemas de las cuerdas vocales, tuve nódulos de las cuerdas vocales, yo tengo la voz grave pero además era ronquita, yo aprendí a hablar así toda la vida, pero eso me trae problemas. Además me saque las amígdalas a los 22 años, fue una pesadilla, fue horrible, si me ayudo un poco eso, para no tener tanta amigdalitis. Fui allá hice un poco de terapia vocal y con la profesora de allá me ayudó mucho, pero Venezuela fue muy fuerte para mi, estaba estudiando en la Universidad de Artes, pero era muy fuerte, yo ahí sola, me robaron, vivía en un lugar donde robaban todo el tiempo, se oigan cosas densas, no pude, vivía muy tensa. Mi vida musical está muy ligada a los viajes. Ahí un amigo me dijo que hay el Coro Juvenil Mundial y justo se iba a ir y va a haber una gira en Sudáfrica. Audicioné, me aceptaron, me fui a Sudáfrica, luego dije me voy a hacer una paradita en Europa como mochilera, le visité a una amiga de Bélgica que hice en el coro, justo se abrieron unas audiciones en el conservatorio ahí, audicioné y me aceptaron. Dije bueno voy a coger las maletas y me voy a Bélgica. Ni siquiera volví a Venezuela, vine a Ecuador, saqué la visa y dejé mi vida y mis cosas botadas en Venezuela.
Fui a Bélgica y empecé a estudiar musicoterapia, pero en realidad musicoterapia son las materias estudiadas después, estudié el primer año que era lo mismo que estudiaban los directores, los compositores y los músicos terapeutas. Era muy difícil, Europa en música, al menos en Bélgica solfeo y todo eso era muy difícil. Fue un año de formación muy difícil y como que me desanime un poquito de este estudio académico y de la idea que yo tenía de que Europa era lo máximo para estudiar música. Llegué a Europa y estaba muy infeliz, me deprimí mucho, acabé igual, me volví y estaba perdida en el espacio.
Empecé a trabajar en las cosas que a mí me gustan y dije ahí voy ver. Estaba pensando en dejar la música, porque empecé a hacer fotografía. Me fui ahí, a esa gira en Sudáfrica, me fui a una gira en China también, cantamos en las Olimpiadas con ese coro, le conocí a Jackie Chang en eso, que quedé registrado (risas). Ahí tuve un contacto distinto con el Coro, empezamos a cantar música más difícil y en Sudáfrica canté por primera vez una obra contemporánea, me fue pésimo, no podía cantar ni una nota bien, fue terrible. Pero empecé a cachar otras cosas que no sean solo música clásica, me fui a vivir a Bélgica y viajé bastante.
Algo que me cambió la vida fue la visita a Sudáfrica y este encuentro con la música tradicional de allá. Ahí hacen coros vocacionales increíbles donde cantan esas canciones que te tocan así hasta la médula. Claro la música clásica es muy hermosa, me gusta me conecto y todo eso, pero hay algo que falta, siempre sentía que algo me faltaba ahí. Yo no sabía dónde estaba no, yo pensaba que estaba en otro lado, pero con esa experiencia dije, no aquí en mi país hay mucha riqueza, mucha historia que no conozco. Qué sé de música nacional, de música latinoamericana no sé nada. Ahí empecé a investigar más.
Cuando estuve en Bélgica me fue una semana a Marruecos y me quedo con los beduinos en el desierto y ahí hubo una experiencia un poco mística, conectada un poco a la música, y a hi encontrar un rol parecido a lo que hay aquí, esta conexión con la música, la espiritualidad y la comunidad como es aquí y en toda comunidad también. Ahí tuve esta experiencia que dije: ¿a ver qué pasa aquí?. De ahí me fui a India por primera vez, he estado conectada con el budismo desde los 13, leyendo y todo me ha interesado, me fui a ver el budismo tibetano allá y empecé la onda de la fotografía. De hecho, me fui por la fotografía, de hecho, una fotografía mía ganó un premio National Geographic.
Al final, yo estaba empezando a profesionalizarme en la fotografía y pensaba en dejar la música, regresé y dije tengo que pensar que mismo quiero ser de mi vida, hasta ahora no sé, pero bueno. Empecé a trabajar en psicología, en fotografía, vino mi amiga loca Daniela Guzmán y me dice adicionemos para el Coro del Teatro Sucre, llamémosle a la Chía Patiño directora del teatro que nos escuché. Yo fui así bien hippie con mi ropa “elegante”, llegue y bueno la Chía me mandado al diablo que como voy a adicionar así que qué me pasa. Audicioné y entré, canté ahí como 2 años, como que hay algo que se fue desarrollando. Empecé a querer retomar esa cuestión del canto lírico de solista, pero no es lo mío. Empecé a dirigir por accidente, el actual director del coro era el director en ese tiempo, a veces no podía llegar y me decía: “da calentando el coro” y yo dirigía, fui asistente de directora del coro y nunca pensé que iba a dirigir. Me gustaba ensayar dirigir, era natural y me gustaba. Pero tenía esta frustración de que nunca me especialicé en la música con un título que diga mi nombre, dije bueno, pero voy a hacer mi maestría en dirección, me salieron 2 becas y escogí una de ellas.
Fuí y fue hermoso, una época llena de descubrimientos. Cuando me fui empecé a escuchar música contemporánea, alguien me hizo escuchar a David Lang y escuché Arvo Part, lo trajo un director, yo escuché eso, era súper difícil pero increíble. Arvo Part me movió el piso. En la música contemporánea pude encontrar esa chispita que me tocaba el alma, lo que hace la música popular: escuchas en el bus en la casa y dices “ay ay ay” tienes que parar todo. Eso, cuando estás en la guitarreada y ni se que o cuando estás en el inti raymi y bailas toda la noche, hay esa conexión que me faltó siempre, la encontré en la música contemporánea.
Me enamore de este tipo, me enamore de Arvo Part, vi ese documental también, y entonces, claro, para mi esta cuestión del misticismo, del recogimiento, del ermitaño, es para mí una fascinación, me encanta. Entonces ahí se abrió un portal, fui a Estados Unidos y allá había bastante gente interesada en esto, había algunos profesores de composición que se dedicaban a la música electrónica, contemporánea, etc. Yo estudié dirección coral súper en la onda de dirigir música clásica, mi profesora no estaba muy interesada en música contemporánea y era un coro universitario, tuve la suerte de tener mucho tiempo de dirigir mucho y ahí formé un pequeño ensamble. Antes de irme también formé un pequeño ensamble de música sacra y cantamos Omaño Misterio en el museo nacional. Armamos un programa de música sacra y cantamos. Yo he tenido eso, que no sé, a dónde voy armó el coro.
¿Cómo vives tu cuerpo en el canto?
Bueno esta es una pregunta complicada. Pienso que, para mí, esto es una oportunidad de explorar la conexión o desconexión para querer conectar. Hace unos años, desde que nace este proyecto, tal vez un año después, empiezo una búsqueda muy grande personal en esta relación, esta integración mente cuerpo, esta dualidad que tenemos como seres humanos que tendemos a vivir en la mente y no en el cuerpo. Por eso tantas enfermedades, tantas tensiones, simplemente pasar en la vida ausentes básicamente, más ahora con la tecnología.
Para mi es una búsqueda súper grande que no excluye la música, justamente la dirección ha sido un lugar en el que ha sido muy complejo para mí porque es algo muy mental, difícil y complejo. Para empezar tienes que saber todas las líneas, tienes que hacer que todo el mundo vaya junto y cuando algo falla tienes que escuchar, escucharlo para identificarlo e inmediatamente idear algo para.. -bueno evidentemente por algo estudias tantos años para que esto sea más fácil y más natural-, pero es complejo, es bonito también, pero es muy mental. Utilizas tu cuerpo también. La cuestión de cantar, de habitar el cuerpo, es algo mucho más corporal, con más sentido, que tiene que estar en el cuerpo. Por ejemplo, yo que vivía mucho más en la cabeza, sin poder conectarse, ha sido una búsqueda más grande, desde conectarme cada vez, estar más presente en todos los sentidos con mi cuerpo.
La música, como decía la Vane, requiere mucho intelecto, pensar en las notas, las entradas; requiero mucho de lo emocional de contactarte pero también sentirte en el cuerpo en el presente, no es fácil, y cuando lo logras como músico y ser humano, habitar el presente, hay una cualidad del arte tan hermosa, de fluidez. Entonces, cuando logras eso en el canto, en el ensamble, cuando diriges es algo tan bonito.
El segundo corte son sus propios cuerpos para el mundo musical, más que remarcar la marca que nos habita y se nos es asignada, lo que nos interesa es el desplazamiento, escuchar, así sea parcialmente, cómo se siente y que ha suscitado.
Natalia
“En cuanto al género no sé cómo será, pero sí las mujeres como que somos encasilladas como la cantante y ya. Pero por ejemplo eso de ser cantante y compositora, dirigir tu propio proyecto artístico, es como que, si luchas contra unas paredes que son bastantes masculinas, todo el medio es bastante masculino y ahora que soy mamá, es algo que para mí rompió. Con un bebe conmigo no pude seguir esta exigencia tan fuerte y trabajo bajo presión, no me sentía disponible emocionalmente ni físicamente y yo escogí tomarme un tiempo para la maternidad y trabajar de manera más tranquila.
Y viéndolo así tal vez yo quiero seguir en ese ritmo, es un ritmo más orgánico más femenino porque es mi ritmo. No hay esa cuestión de demostrar nada, es con que aquí estoy y así soy. Es duro y difícil también, porque todo lo que hablamos en esta hora paso ocho o nueve meses desde que no estoy trabajando y es como que hiciste, y es como que no sé qué hice. Todo el mundo hace mil cosas y yo soy mamá.”
Yo siempre hablo de dos partes, la parte de cantante y directora. La parte de cantante, en el canto hay muchas, muchísimas mujeres, pero siento que hay una manera de vivirlo muy masculina, en el sentido de la competitividad y si siento que existe un medio en el cual las oportunidades son muy reducidas […] Yo personalmente en la cuestión de la dirección, eso sí es un campo más masculino, en la actualidad. En el Teatro Sucre la única directora titular, bueno la Magdalena Carbonel cubana y yo, de ahí todos son hombres, yo salí y todos son hombres, hubo esta excepción de la Chía Patiño que estuvo dirigiendo tantos años el teatro.
Siento que yo personalmente, tal vez por mi formación, nunca me sentí como que tengo menos oportunidad por ser mujer. Yo siempre fui quiero esto y ahí voy, con esto de la dirección más bien sentí que estaba hecho para mí, porque tengo este carácter bien controlador. La dirección va para mí, quiero controlarlo todo, soy bien perfeccionista, soy bien cascarrabias. Entonces tengo ese carácter, en el coro hacía chistes de que yo siempre tenía la sugerencia para el director, hacía chiste de eso, porque yo siempre tenía la sugerencia de cómo hacer las cosas. Siempre me costaba solo cantar, yo quería dirigir y llegué a dirigir. Es una cuestión de profesionalización de la música que es muy masculina, ser muy competitivos, como directores, yo siempre sentí que mi trabajo es de gran presión […] Es una responsabilidad muy grande, de estar demostrando también. Eso sí me sentí como mujer, porque cuando yo vine de mi maestría era joven y mujer y fui parte del coro. Cuando llegué fue terrible, me hacían la vida imposible y una de las principales personas era una chica. Yo sufrí mucho, era esa cuestión de ser mujer, joven y ecuatoriana; porque un director debe ser hombre y extranjero porque si no es un buen director. Ha empezado a cambiar eso…
Vanessa
Lo lindo de esto es que somos muy cercanas, nos conocemos desde hace tantos años, pero somos muy diferentes la una de la otra y eso también es parte de la magia que hagamos música juntas. Yo estoy súper relajada en realidad: no tengo hijos, no soy casada, soy soltera, nadie me dice nada en mi casa. Me separé hace tiempo. Y creo que es otra manera de vivir el ser mujer. Es otra manera en la que uno escoge realizarse también. Yo creo que también he sido muy bendecida en este medio, lamentablemente aquí no hay en el país muchos espacios que uno puede desarrollarse, son tan reducidos y el que haya tenido esa gran oportunidad de haber empezado a estudiar canto y ya poder estar en una agrupación así profesional, es una bendición, no hay otra manera de verlo. Obviamente si, la gente que lo recibe pues ve el talento, cualidades y lo centraran en eso. Por ese lado no he tenido tanto problemas, pero como dice Andrea si se siente, incluso a veces de compañeros de trabajo comentarios, que si vas vestida de alguna manera, que si estas flacas, si estas gordas, que si vas maquillada, que si no te maquillaste. Una está acostumbrada a maquillarse poquito y llegas al trabajo y te dicen “¿te paso algo, estás enferma?», y uno es como que no, no me paso nada, solo no me dio la gana de maquillarme, punto. Cosas así, esos micromachismos que hay, pero más allá de eso afortunadamente no ha pasado nada.
Creo que eso ha sido algo muy bueno en mi caso, sí seré mamá no sé. No está en mis planes. Como mujer también es una responsabilidad muy grande el poder seguir expresándose, lo que amamos, esto es nuestra vida, vivimos de esto y para esto no hay más. Es como dice la Andre, no es que vivamos con lujos ni nada que ver, si se quiere algo -como todo el mundo-. toca endeudarse, vivir al día. Pero creo que la remuneración es mucho más grande, llegar a casa y decir !ay que hermoso estuvo el ensayo!. O a veces nos reunimos, por ejemplo, con las chicas, no nos vemos tan seguido -es súper difícil cuadrar los horarios-, la Andre es súper ocupada, con ella hay que hacer los horarios con un mes de anticipación, con Natalia aparte de que vive lejísimos y la guagua. Y es que ser mamá es un trabajo durísimo, yo siempre les digo a mis amigas “toda la admiración para ustedes”, que bestia!, pero cuando nos reunimos el poder ver cómo nos acoplamos, esa magia que se da, eso no tiene precio, es algo que te alegra el día, te alegra la semana y uno se queda contento, a veces también se frustra porque no salió. Pero al siguiente ensayo tiene que salir hermoso, porque ser un ensamble femenino también es una responsabilidad, ser un precedente para que haya más grupos porque a veces las chicas no se animan a hacer algo así. Hay muy pocos grupos: las Cuarta Justa, que es un grupo más joven, muy nuevo, lindísimo. Ojalá que siga creciendo como una bola de nieve que se haga toda grande. Creo que eso también va a ser que se abran más espacios y más lugares donde se pueda presentar, y más público.
Andrea
En mi caso, yo fui mamá bien joven, a los 25, a los 26 ya tenía 3 hijos. Mi testimonio es un testimonio que no le puedo recomendar a nadie, pero a mí me fue bien y tuve suerte, con todas las guaguas al ensayo. No tenía la conciencia como ahora, le decía a Nati, si ahora tuviera un hijo no le saco, pero a los 20 o 21 años yo tenía ensayo, vamos, canguro y donde es el ensayo. Tenía una mochila llena de ropa y otra de comida y así me iba en los buses. Yo misma me veo hacia atrás y digo que loca, pero nunca me sentí que no iba a tener una oportunidad o que por mis hijos me estaba perdiendo de algo, nunca de los nunca, jamás. No sé si ese positivismo que tenía era innato, yo simplemente nací para ser mamá, me encantó desde que tuve mi primera hija y estaba metida en la música, toda experiencia era como que “wow”. Me decían “venga a cantar”, y ahora qué haré yo, decía, habrá con quien dejar a la guagua, y si no me la llevaba. Ahí sentada al lado mío con el juguete, haciéndole para allá, que no aparezca en el escenario, así crecieron. A mis 20 años yo no pensaba: “chuta no ha de valer que esté gateando”, yo le llevaba.
Cuando empecé Fantasía Ensamble que les conté, ya tenía a mis tres hijos, tenía mi bebe de dos meses. Y me decían oye y ya vas a poder ensayar, y yo decía claro, y me iba con mi bebe. Le tenía así, le hacía dormir en una silla, seguía ensayando, luego le cogía. Era la edad en la que yo me sentía súper poderosa. Siempre hice cosas, si rechace trabajo, me quede solo con un trabajo para poder estar con ellos, no como un sacrificio sino por mi necesidad de estar con mis hijos, de la escolaridad, de verlos crecer. Ahora tengo una hija adulta, la otra ya mismo es adulta, el otro es todavía un puberto y he tenido esa bendición de que no se me han enloquecido, sino que aprendieron entre los escenarios, viven en los camerinos, saben cuál es el rol de lo que hago. Aprendieron a esperarme en la pata de un escenario, esperar sin moverse, sin travesuras en la butaca. Es mi experiencia en este espacio y lo que yo he escogido hacer, tanto en la música ecuatoriana, lírica, como la música vocal que hago, ninguna da plata ni es masiva, pero me encanta. Siento que tengo esa misión de continuar, a pesar de que no sea de consumo masivo, necesita de que alguien lo haga.
Nunca me he sentido menos por ser mamá, mucha gente me ha dicho “uy, pero tres hijos”. Mucha gente ni sabe que he tenido hijos porque nunca ha interferido eso con mi vida profesional ni con mi desempeño. Así que no tengan miedo de tener hijos.
Ese: “que duró hacer música aquí con los hombres cantantes de coro, algo muy raro.” que menciona Andrea al principio de la entrevista, cuando nos contaba de la necesidad de cantantes de diversos coros de formar ensambles femeninos, se presenta en ellas también y les lleva a crear otro tipo de conjunto. Una desterritorialización de los medios naturales usando las palabras de Deleuze, que va generando su propio funcionamiento, que en ellas se siente y lo hacen sentir como orgánico, sí orgánico, así esea que término anule uno de los principios fundamentales del CsO[5]. En frases pequeñas podemos leer cómo se manifiesta el orden social en el que habitamos, así como de factores transversales en su relación con la música que dialogan con la cotidianidad de su cuerpo. En todas, al igual que el resto de artistas de ese pequeño archivo, su vínculo con el sonido es afectivo, se relaciona con el sonido a través de la casa, la familia, lxs amigxs y el entorno; la formación y reproducción del habitus[6] de Bourdieu es indiscutible en ellas y en cada una de las mujeres presentes en este pequeño archivo.
A pesar que no todas moldearon su cuerpo físicamente hacia la música desde niñas, sus historias desnaturalizan un recorrido determinado para la profesionalización en el mundo musical académico. Su quehacer que conscientemente incluye procesos, dialoga con su vida, experimenta, amplían las narrativas de la voz y de las estructuras corales. Se muestra una estructura que a la par que se liga a la organización establecida por el mundo social, volviendo a la idea del estrato, es decir, reproduce y se mueve bajo el paraguas de lo académico, tiene también puntos de fuga estructurantes en el funcionamiento de sus órganos que se hace visible por ejemplo en las funciones de los roles, en tanto que voces.
Por ejemplo, este cuerpo colectivo supone las categorías que le compete como cuerpo coral: directora, sopranos y contraltos, funcionando como órganos que cumplen roles previamente establecidos. La figura de la dirección como ese eje se mantiene y opera como guía que encauza el río y deja que la corriente de cada una potencie el caudal. “Creo que es super importante como tener una idea clara de lo que el compositor quiere hacer con su música, en este caso de la obra que seleccionamos para que escuchen, Justina, qué quiso plasmar en la obra, lo que sintió. Generalmente Natalia tuvo un contacto más cercano con Justina, pues ella transmitía las ideas, lo que estaba queriendo expresar con su música. Nosotras también nos sentamos a conversar en los ensayos respecto a la música: de qué se trata los poemas, pero en el estudio personal, digamos, tiene varios movimientos la obra y cada una conecta con partes diferentes de esta”. . . .
. . “..como ya somos personas profesionales hay un entendimiento super claro de entender el rol que estoy llevando, pero igual hay una cuestión de acompañamiento super grande de mi parte, en el cual yo propongo muchas cosas, y ya vienen ellas también con sus propuestas. Yo a veces moldeo bastante en ese sentido de decir, bueno aquí tal vez es más con aire o aquí un poco más nasal, no se… entonces empiezo una exploración que va liderada por ideas que yo he explorado previas al ensayo”. Sin embargo, al escucharlas se siente que la dirección no implica un orden jerárquico (impensable en los clásicos), sino un engranaje, un engaste para lograr el “click” en el que la música brota.
Otra fisuras se presenta es en el funcionamiento de las voces, donde se le da la voz principal a una voz que “no debería” o no es lo “usual” , ese alternar en las voces principales y en un saberse acompañar distinto, que al relatarlo Vanesa dibujan en mi el mar: «Es un ejercicio muy bello porque te permite como que difuminar entre todas, no es que todas estamos cantando anárquicamente, no, hay momentos en los que necesariamente tu voz tiene que salir para que la melodía está a flote, y luego es como zambullirse y tienes que acompañar y sentir donde respira la voz principal, como está llevando la melodía para tambien meterte ahí. Eso es super lindo porque es un ejercicio al ego también, tu voz es parte de la belleza que vamos a crear juntas, la gente ni siquiera sabe quién está cantando en ciertos momentos porque estamos creando entre todas: un momento, y es lindo porque es un trabajo en equipo, un trabajo en el que la una le sostiene a la otra y cada una es necesaria totalmente, no solo la melodía si no todas las voces que van creando este todo”. . . . . .
. . . . . . . “En el caso de la obra de Justina fue algo muy personal desde el principio. Fue un proceso que a mi me encanta que así sea, que haya una colaboración muy cercana…Por ejemplo, a mi Justina, creo, que porque es mi poema favorito: el de Mary Oliver, me puso como la melodía, eso fue súper loco porque normalmente yo no tengo la melodía, siempre es la soprano. Pero fue algo muy bonito, fue obviamente un reto porque era una melodía con bastantes altos, pero para mi ese subtexto que tu estas dando con la armonía, es lo que crea el ambiente para que la melodía pueda expresarse, porque así es como se piensa en general, creas en un acorde un contrapunto que va a crear como un ambiente en el cual está la melodía. Entonces es hermoso hacer esa parte. El repertorio que trabajan, es otra extrañeza para el medio, más aún buscar un repertorio que hable de lo sagrado en lo femenino desde la música contemporánea, que mezcla diversas experiencias espirituales. Eso explica también porque sus proyectos toman tiempo, son comisionados y se articulan a otras prácticas artísticas.
Laringe que es útero. Cuerpo que también es cabeza, cabeza que es piel y pies. Boca que es alma. Voz que sale por los ojos y confronta la mirada y entrega los rayos x de su cuerpo en el presente. Canto que te expande en tus posibilidades y limitaciones. Cuerpo que no tiene rostro, porque su voz se forma en esas armonías que chocan, vibran y desprenden un espacio alterno, “atmósfera que te transporta” y busca explorar lo sagrado en lo femenino desde la música contemporánea. “Cantar para cambiar el lugar en el que estés y transformarlo en otro sitio, dependiendo de lo que estés cantando”, cantar para estar en ese especie de limbo que solo se consigue con la sonoridad, retomando las palabras de Andrea.
Y vuelvo a mi silencio, congeló las imágenes, las veo, voy a su música y las escucho como olas que ascienden y descienden, que se encuentran en la orilla y difunden su contorno para volverse remolino, espuma, agua que regresa al mar y me llevan a la voz de la Fabi (Fabiola Pazmiño), a un pensamiento que brotó mientras la oiga con el cuerpo: la renuncia como un gesto de belleza, de existencia, gesto que encierra el potencial de crear y crearnos desde el desplazamiento. Esa renuncia del cuerpo que se suscita en todas, que nos enseña a aprender a ver y sonar con la invisibilidad. La invisibilidad como nuestra referencia femenina, que luego aparecería en la voz de Janeth. Regreso a la sensación cuando me bajé del auto de Natalia y me subí al mío. Al sonido de la puerta y el motor que se enciende, a la de los pájaros en la noche, a la voz de ella que se despide con su hijo, a su semi sonrisa. Y las voces de ellas se empastan con el sonido de las llantas en el adoquín. Busco mi telefono y pongo Last Chance[7] de Meridth Monk y me quedo en esos tres acordes, en su voz que se mezcla con las voces de ellas y de todas, y siento que algo dentro mio implosiona y mi voz como sonido por primera vez empieza a cantar algo sin forma.
[1] Este relato tiene tres voces (Natalia: , Andrea:, Vanessa:)
[2] Tadashi Maeda (1972-2021) violinista japonés. Se desempeñó como director musical de la Fundación Teatro Nacional Sucre desde 2010 hasta su fallecimiento.
[3] “La inmanencia es el ente intrínseco de un cuerpo. En la filosofía se califica a toda aquella actividad que pertenece a un ser, cuando la acción perdura en su interior, cuando tiene su fin dentro del mismo ser.” (wikipedia) En Deleuze la inmanencia es un plano, no es un concepto, ni el concepto de todos los conceptos. […] Los conceptos son como las olas múltiples que suben y bajan, pero el plano de la inmanencia es la ola única que los enrolla y desenrolla”. Es la imagen del pensamiento, la imagen que se da así mismo de lo que significa pensar, hacer uso del pensamiento, orientarse en este, abriendo así su carácter de movimiento infinito (Deleuze y Guattari 1993, 39).
[4] Por eso los filósofos usan la metáfora del huevo para referirse al CsO: un elemento que es anterior a la extensión del organismo, a la formación de cualquier estrato (organización), a las interpretaciones fijas y a la explicación de lo significable, que es materia que ocupa el espacio de acuerdo a las intensidades que produce (Deleuze y Guattari 2015, 166).
[5] Dentro de la explicación del CsO los filósofos mantienen una posición enfática en contra de la palabra orgánico, ya que la asocian con el proceso de estratificación que ha naturalizado cierta funcionamiento como “natural”. No obstante, desde mi lectura y mi sentir respecto a Frecuencia fundamental y el constante uso de esta palabra en el testimonio de ellas, hace que cuestione el entendimiento de este término en dichos autores. Lo que para sus cuerpos masculinos es orgánico, para nosotras no” orgánico” siempre ha sido lo impuesto, y quizás en esa organicidad que viene desde otras formas de estructuración y sentir conectadas a una vivencia del cuerpo y que nosotras no podemos enmarcar en la palabra se abre un punto de fuga, uno que retoma lo orgánico desde un sentir corporal y afectivo.
[6] “Sistema de disposiciones durables y transferibles- estructuras estructuradas dispuestas a funcionar como estructuras estructurantes- que integran todas las experiencias pasadas y funciona en cada momento como matriz estructurante de las percepciones, las apreciaciones, las acciones de los agentes (…)” (Bourdieu 1998, 50).
Bibliografía
- Deleuze, Gilles, y Félix Guattari (2105). Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia. Valencia, Pre-Textos. p. 155-172.
- Deleuze, Gilles, y Félix Guattari (1993). ¿Qué es la filosofía?, Barcelona, Anagrama, col. Argumentos. p. 39.
- Bourdieu, Pierre (1998). La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Madrid: Tauros. p. 50.

Sonido
